Cuarenta y dos. (*)

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—Lo siento, señor Blake —pronuncia el médico —fue demasiado tarde, no hubo nada que hacer por él. Lamentablemente, ha fallecido.

Y ahí entendí el poder del arrepentimiento, cuando termina de hablar, nuestro último encuentro viene a mi memoria. Mi visión se vuelve borrosa, me aparto, incapaz de hacer otra cosa que no sea sentir una opresión en el pecho.

—William —la voz de Anna se cuela por mis oídos —William.

Siento sus manos colocarse a los costados de mi rostro, nuestras miradas se conectan, soy capaz de distinguir la preocupación en sus ojos, la ansiedad en su mirada.

Todo lo que le grité, la manera en la que me marché aquel día, su llamada fría para decirme lo decepcionado que estaba y que esperaba no verme más en la empresa, todo cae sobre mí.

No hubo oportunidad de ofrecer disculpas, el tiempo se agotó y para nuestra desgracia, no había segundas oportunidades.

(...)

Me marché del hospital tan pronto como el doctor desapareció de la sala. No quería estar ahí, no quería ver a mi padre afectado y sobre todo, no quería averiguar si el sería capaz de culparme.

Anna había insistido hasta el cansancio de que eso no era posible, que yo no tenía la culpa de lo que había pasado, pero en mi mente, yo era el responsable. Yo renuncié, yo originé todo este problema.

—William, el funeral es en un par de horas —pronuncia Anna con dulzura —¿Iremos?

Dann y John me habían llamado al enterarse, sus condolencias solo hicieron aumentar mi estado de culpabilidad, y no sabía el porqué.

—No lo sé —confieso —¿Qué tal si me echan?

—Nadie va a echarte —asegura —eres familia. Tienes derecho de estar ahí y no...—ella me detiene cuando hago el ademán de hablar —no es tu culpa, nada de lo que sucedió fue tu culpa. No fuiste tú quien le dijo a Joan que lo llamara ¿entiendes? Tú solo buscaste tu bienestar, nuestro bienestar y eso no te hace responsable.

Un suspiro tembloroso brota de mis labios, odiaba sentirme de este modo, tan vulnerable por algo.

—Liam, todo va a estar bien —asegura —Y tu madre llamó, dice que es importante para todos que estés ahí.

Arrugo la frente, mostrándome confundido ante lo que dice.

—¿Mi madre te llamó? —inquiero.

—Sí, justo antes de que venga a hablar contigo —confiesa. —ellos te quieren ahí, Will.

—Bien, entonces iremos —afirmo después de unos minutos. Ella sonríe con suavidad, respondiendo con un leve asentimiento.

El resto del tiempo que tengo antes de prepararnos para el funeral la pasé en la cama, sin ánimos de hacer nada, dándole vueltas a lo mismo una y otra vez. Una parte de mí no dejaba de repetir que fue mi culpa, que lo era, y otro porcentaje en mi interior, decía que nada era mi responsabilidad.

La lucha interna iba a terminar por volverme loco.

—Odio que nada me quede —masculla Anna con fastidio cuando lanza un vestido color negro al interior del armario —necesito más ropa —pronuncia con pesar.

Sonrío.

—Ese vestido negro, con bordado, te quedará espectacular —pronuncio —te lo regalé hace un par de meses ¿recuerdas?

Ella asiente levemente.

—Mi primer vestido de maternidad que, ahora que lo pienso, ¿por qué fue negro?

Amor por Contrato[SAV #3]  ©Where stories live. Discover now