Cita Doble | Ragoalmaia

Start from the beginning
                                    

—Jo —suspiró Amaia— Es que estás guapísimo.

Alfred sonrió.

—Tú sí que estás guapa.

Acto seguido, depositó un beso en su frente, a lo que ella respondió con otro en los labios, que se alargó hasta convertirse en un apasionado beso en el que se transmitían todo lo que sentían, las emociones que se despertaban en ellos cada vez que estaban juntos, y lo mucho que se querían.

Les llevó un tiempo apartarse, pero al hacerlo sus manos siguieron entrelazadas, y, de esta forma, se dispusieron a abandonar la casa. Empezaba a anochecer y sabían que si se entretenían acabarían llegando tarde.

Durante el camino trataron de ir con prisa, con Alfred tirando de Amaia, que a cada rato se paraba a observar los detalles del camino por el que iban. Tenían la suerte de poder ir andando al restaurante y admirar aquel lugar, porque era realmente precioso. Aunque para ninguno de ellos era tan bonito como la persona que tenían al lado.

Según avanzaban Alfred se paraba a hacerle fotos y vídeos a Amaia, que le encantaba posar de todas las maneras posibles, como hacían cada vez que encontraban un sitio bonito.

Entre fotos y carreras por llegar a tiempo, acabaron en el restaurante antes de la hora prevista, por lo que aprovecharon para pedir una copa mientras esperaban a sus amigos en la mesa correspondiente.


Por su parte, Raoul y Agoney aún no habían salido. Se habían entretenido entre besos y achuchones que hicieron que todo el esfuerzo que Raoul había puesto en su peinado no sirviese de mucho.

—Te dije que estabas guapo despeinado —le dijo Agoney mientras se separaba de él.

Raoul rió.

—De todas formas... —empezó—Podrías despeinarme más.

Fue la sonrisa pícara de Raoul lo que hizo que Agoney se lanzara sobre él en un beso mucho más apasionado que los anteriores, un beso cálido y húmedo en el que la ansiedad de ambos por sentirse aumentaba según crecía la intensidad.

Se querían.

Se querían muchísimo.

Las manos de Raoul recorrían el torso de Agoney, que no tardó en librarse de la americana, para que después Raoul le desabrochase la camisa.

Ambos sabían que iban a llegar tarde.


Cualquiera que hubiese visto a las parejas esa noche en su camino hacia el restaurante hubiera notado claramente que el amor que se tenían era algo enorme, real y envidiable. Se cuidaban muchísimo y eran como parejas de adolescentes que se enamoraban por primera vez, que no tenían miedo a nada.

Y eso era lo más bonito sobre ellos.


Alfred vio una cabeza rubia a lo lejos, y en ese instante supo que sus amigos habían llegado. Le hizo un gesto a Amaia, que agarró su mano, y ambos caminaron hacia su encuentro. Agoney abrazó a Amaia y la levantó en el aire, como si fuera la niña pequeña que todos sabían que llevaba en el interior, mientras que Raoul y Alfred se fundían en un abrazo de esos enormes, que cortan la respiración pero se agradecen como el agua de mayo. Como si estuviera planeado, los cuatro se separaron y fueron a abrazar al otro miembro de la pareja al mismo tiempo. Esta vez fue Amaia quien casi levanta a Raoul al lanzarse sobre él en un abrazo, al tiempo que Agoney y Alfred daban vueltas sin soltarse.

Eran, definitivamente, cuatro adolescentes.

—Oye, Raoul —dijo Amaia cuando se separó de él— Estás un poco despeinado, ¿no?

Acto seguido le acaricio el pelo como si de un perro se tratase, y notó que las mejillas de sus dos amigos adquirían un tono más bien rosado. Ante esto, y tras varios segundos de silencio, Alfred y Amaia comprendieron y se miraron, y fue percibido por todos que se estaban aguantando la risa.

—Bueno, bueno —Interrumpió Agoney para evitar lo que pudiera surgir de ahí— A comer, que tengo hambre.

Amaia abrió la boca como queriendo decir algo, pero optó por callarse y reírse para sus adentros.

—¿Qué tal chavales? —preguntó Alfred mientras separaban las sillas de la mesa para sentarse a comer— ¿Qué os contáis? Hace mucho que no nos vemos

Y era verdad. A pesar de vivir en la misma ciudad, apenas coincidían. Si les resultaba difícil estar con sus respectivas parejas, mucho peor era quedar con sus amigos. Tenían unas vidas muy ajetreadas, de las cuales no se quejaban, pero a veces desearían vivir con más tranquilidad.

—Pues nada. —empezó a decir Agoney— Me he mudado a casa de Raoul hace unas semanas.

—¿Sí? —pregunto Amaia— ¡Qué guay!

—No creas, no le aguanto —contestó Agoney, provocando que Raoul le diera un codazo.

—¡Pero si me adoras! —exclamó, con tono vanidoso y levantando la cabeza.

—Eso es lo que cree, pero ya me he comprado los billetes de vuelta a Adeje —dijo haciendo una mueca y tapándose con el menú para que Raoul no le viera.

—Te sigo oyendo —replicó este.

Los cuatro rieron.

—¿Vosotros qué tal? —preguntó Raoul, haciendo un gesto con la cabeza hacia Alfred y Amaia, que estaban justo enfrente.

—Están pasando un montón de cosas —dijo Alfred— Tenemos mucho trabajo, y casi ni nos vemos.

—Nos pasa parecido —aseguró Agoney, preocupado por la expresión de tristeza que se había formado en la cara de sus amigos.

—Pero no os preocupéis, eh. —les calmó Amaia con una sonrisa— Que todo va bien, de verdad.

Los otros dos sonrieron, no muy aliviados pero intentando hacer creer que sí.

—De verdad que está bien —rió Alfred— Además, hemos pensado abrir juntos una academia de música.

Las caras de Agoney y Raoul se iluminaron al ver que las de sus amigos hacían lo mismo al pensar en ello.

—¿En serio? —exclamó Raoul, abriendo los ojos como platos

Alfred y Amaia sonrieron con orgullo.

—¡Pero eso está muy bien!

—Sí... Está bien realmente —confirmó Alfred.

Los cuatro sonrieron mientras se miraban entre ellos. Estaban juntos, los cuatro, estaban juntos como el grupo de amigos que son. No había un lugar en el mundo en el que preferirían estar antes que ahí.

Porque podría pasar lo que pasase, pero ellos siempre estarían ahí.

Sí, estaba bien realmente.

Nunca había estado tan bien.

OT | One ShotsWhere stories live. Discover now