Wattpad Original
Te quedan 3 partes más de forma gratuita

7

17.1K 1.8K 105
                                    

Era una pesadilla.

Sin poder creer el embrollo en el que se había metido, entró a la casa de su hermano y se dejó caer en el primer sofá que encontró.

Después de esos espantosos e incómodos momentos que habían pasado a solas, Weaver la había invitado a cenar.

Santo. Cielo.

¡La había invitado a cenar y ella había aceptado!

Había accedido después de un largo silencio en el que había vuelto a dejarse en ridículo.

¿Cómo no iba a sorprenderse? No se explicaba por qué él deseaba pasar más tiempo con ella ni mucho menos ir a cenar a un lugar público después de la vergüenza que lo había hecho pasar la última vez.

Se golpeó la frente con la mano. ¿Por qué diablos había aceptado? Podría haber inventado una excusa, pero en ese momento se había quedado pasmada, con la mente en blanco.

Y ahora tenía que enfrentar otro momento a solas con él.

—Maldita sea —masculló y dio un golpe al apoyabrazos del sillón—. Soy una tonta. ¿Qué voy a hacer?

—¿Qué vas a hacer con qué? —inquirió su hermano apareciendo por el pasillo con Robert pegado a sus talones con una consola de juegos en la mano.

Ella suspiró.

—William Weaver me invitó a cenar y le dije que sí. Esto es un desastre.

Alioth alzó las cejas.

—Weaver me parece un buen hombre, Ana. No veo el problema, si está interesado en ti, yo lo apruebo. Es un poco mayor, pero...

—¡Alioth! —exclamó ella escandalizada—. ¿Es que no recuerdas que es exactamente eso lo que quiere mamá?

—No, lo que madre quiere es que le saques información. Puedes salir con él sin espiarlo, Ana —argumentó encogiéndose de hombros.

Ella frunció el ceño y se mordió el labio. Él tenía razón, por supuesto. Pero mucho se temía que su miedo a acercarse al Primer Ministro tenía un trasfondo que poco tenía que ver con los planes de su madre. Su recelo hacia él estaba relacionado con lo que sentía cada vez que lo tenía cerca, cada vez que la miraba o la rozaba. Era algo que nunca le había pasado antes y que le daba pavor.

Se hundió en el sofá y Alioth sonrió con una mirada pícara mientras se marchaba.

Estaba en grandes problemas, decidió.

***

Geraldine estaba sentada en la cama de su cuarto mientras ella terminaba de arreglarse. Había decidido no hacer el ridículo y verse como la mujer que era. Si iba a ser vista junto al señor Weaver, al menos no sería confundida con su hija.

Eligió un vestido rojo de terciopelo que le llegaba unos centímetros por encima de la rodilla, con un escote moderado y ajustado al cuerpo.

Se veía bien en él, aunque se sentía extraña porque era muy distinto a la que acostumbraba a llevar. Lo suyo eran los estampados y los colores pastel.

—Te faltan los labios, tía. Al señor ogro le gustará que te los pintes de rojo como el vestido—opinó Dina.

—¿Tú crees? —preguntó sin detenerse a corregirla.

—Sí, te verás bellísima.

Aunque tenía sus dudas en cuanto a lo de bellísima, sabía que sin dudas se vería más madura. Así que envalentonada, tomó el lápiz labial y lo utilizó.

Amor diplomáticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora