AUNQUE CUESTE (Por un momento II)

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- Aprovechando mis dotes de botones por lo que veo - siente que el cielo se despeja, que el hambre acaba en el mundo, que el miedo desaparece cuando, después de mucho tiempo, ha podido bromear con Agoney.


- Siempre.

Es un alivio saber que las comidas en grupo siguen siendo poco incómodas, que sus amigas y Ricky están trabajando lo más duro para devolver la normalidad a sus vidas. Es un alivio poder pedirle la sal a Agoney, sentado al otro lado de la mesa, a pesar de que la ensalada ya sabe a océano, y que se la pase con una pequeña sonrisa.


- No está tan sosa, te dará algo con tanta sal.


En la mesa reina el silencio por la interacción tan natural y espontánea. Raoul quiere llorar de emoción pero sobre todo de miedo por haberse convertido en algo tan inusual, digno de silencio sepulcral. ¿Hasta dónde habían llegado?


- Esto... Me quemé la lengua con café y me he quedado sin sensibilidad en la lengua, así que ya paro, que igualmente no sabe a nada.


Se quiere dar un cabezazo cuando escucha su propia voz añadir un ligero tono de interrogación al final de su muy absurda excusa, delatándose una vez más.


- ¿Café?


- Café.


- ¿Ahora te gusta?


Mierda. Podría habérselo currado un poco más y utilizar, por lo menos, una bebida caliente creíble con la que haberse quemado... siendo Agoney la persona a la que estaba intentando engañar. Agoney, que le ha preparado decenas de zumos por las mañanas y chocolates por las tardes.


- Bueno...

Una carcajada suave y fina de Agoney consigue sonrojar a Raoul. Le resta importancia y se niega a comer su ensalada, asquerosamente salada. Nerea come cautelosa, sin dejar de hacer viajar sus ojos entre los dos chicos. Mimi y Ricky hablan en voz baja, lanzando pequeñas miradas en su dirección.


- ¿Quieres mi plato? Estoy lleno - ofrece Agoney.


- Y una mierda. Te lo vas a comer enterito.


- No me apetece.


- Si quieres te lo doy como si fueran avioncitos.


- ¿De verdad, chicos? - suelta Nerea, dejando caer su tenedor en el plato, levantando la atención de Ricky y Mimi. - ¿Delante de mi ensalada?


Es una suerte que la impulsividad de la rubia haya robado el rubor de las mejillas de Agoney, pues iba a ser demasiado evidente. No le des motivos para quererte, se recuerda. Solo vas a hacerle daño, no lo merece.


Es la hora de la siesta y en casa de Nerea se nota. La pequeña está envuelta en una manta y abrazada por Mimi, ambas en una fase bastante avanzada ya del sueño. Ricky descansa con los pies de las chicas en su regazo y con la cabeza de Agoney en su hombro. Juega con su teléfono e intenta ignorar que la mirada triste de Raoul no deja de recorrer al chico que descansa sobre él.

Por un momento (One-Shot Ragoney)Where stories live. Discover now