—¿Te he dicho que tienes los ojos más hermosos? —ver sus iris chocolate me hacía perder el aliento, igual que siempre. —Te amo, Hermione. —volví a colocar mi mano en su mejilla. —necesito que estés bien para poder irnos lejos de aquí, comenzar todo de nuevo. Solo tú y yo.

—Solo tú y yo...

—Sí, ¿eso te gustaría?

—Me gustaría salir.

Estuve todo el día con ella hasta el anochecer. Hablamos de todo, de los años en Hogwarts, de mi familia, de Harry y el trabajo, hablamos como si nos estuviéramos conociendo de nuevo y todo el tiempo estuvo bien.

Cuando Luna entró nos avisó que era hora de irse. Le ofrecí llevarla hasta su casa. Se acercó a Hermione, le pidió que entrara en su cama, le dió un beso en la frente y apagó las luces, pero antes de salir se acercó a la ventana y bajo la cortina, pero dejó un poco abierto.

—¿Puede tener la ventana abierta?

—Hermione duerme muy bien por las noches y estuvo todo el día consiente gracias a ti, además el cuarto es muy pequeño y hace mucho calor. El calor genera nargles y torposoplos y no queremos eso, ¿verdad? Queremos que nuestra Hermione mejore.

—¿Luna, que rayos es poison rabbit?

—Una medicina, así le pusimos de cariño, como un juego.

—Raro, pero de acuerdo. Trataré de grabarmelo.

—No te preocupes por eso.

~Draco~

Después de mi enfrentamiento con Rolf pensé en lastimarlo, pero ya había demasiada sangre en mis manos, tanta que cuando llegue a casa, en mi alucinación nocturna, veía sangre escurriendo de las paredes. No pude evitar soltar un grito ante la imagen que mi locura me regalaba.

No había ido a ver a Hermione porque la psicosis no me dejó desde que ella sencillamente dijo que Potter era su mejor amigo y Weasley su novio, lo pronunció con tanta seguridad que de un momento a otro ya sudaba a mares. Cuando la deje en su cama sentía mis manos temblar, salí rápido y me enclaustre en la mansión durante esos tres días.

Mi padre y los elfos lidiaron con un loco que decía ver sangre en sus manos, que sentía que estaba quemándose vivo y que platicaba largas horas con su difunta madre. La madre que había matado el mismo.

Me sentí tan mal al regresar a la realidad y ver a mi padre ojeroso y cansado.

Cuando Lovegood llamó ya estaba mejor. Desayunaba después de tres días de no comer nada. Saber que ella me tenía confianza me dió mas fuerza. Iba dispuesto a todo con tal de robarme para siempre a Granger, pero Rolf me traicionó, contó todo lo que solo él, mi padre y los elfos sabían.

No importaba mucho, su amistad falsa me sirvió. Lovegood seguiría ayudándome, lo sabía al ver su mirada y la calidez cuando le besé la mano.

Un amigo perdido, una aliada ganada.

No regrese a la mansión. Hice guardia entre los arbustos del parque frente a San Mungo. La Lunatica no dejó la ventana abierta y no parecía haber movimiento dentro, Granger debía seguir mal. Al día siguiente ví a la comadreja, el pulso se me fue a mil y el cuello de la camisa parecía querer ahorcarme ahí mismo. El maldito pelirrojo no se fue, estuvo todo el día en su habitación. Varias veces logre ver la cabeza de Granger, tenía de nuevo el cabello recogido.

Al final del día ya tenía las palmas lastimadas de tanto enterrarme las uñas, estaba sangrando, pero apenas y sentía algo. Las luces de la habitación se apagaron y me moví nervioso. Esperaba que Lovegood no me traicionara.

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