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Siete meses después...

Agustín estaba cansado, no le gustaba sentirse solo, quería poder gozar de la compañía de su novia como lo hacia hace unos cuatro meses. Quería besarla a cada segundo y estrecharla entre sus brazos hasta que ella se adheriera a él, ¿era mucho pedir?

—¡Amor!— gritó ya frustrado y subió las escaleras de la casa de Carolina hacia la habitación de esta— ¡necesito que me quieras!- hizo un pequeño puchero y al momento de intentar entrar a la habitación sintió como esta se cerraba frente a su nariz— ¡auch!, ¡si ya no me quieres sólo dilo, no me golpees!— se cruzó de brazos y le dio la espalda a la puerta como si ese gesto tuviera algún cambio en lo ocurrido.

—A ver Bernasconi— salió su peculiar amiga rubia con una no muy buena cara. Se cruzó de brazos y cerró la puerta detrás de ella impidiéndole al cordobés ver a su morocha— ¿qué parte no entiendes de que le trajeron los tres vestidos de novia que le habían gustado?

—Pero ya llevan ahí dentro dos horas, ¿entiendes?, ¡dos horas!— exclamó como si estuviera dando una noticia que fuera la salvación ante el fin del mundo.

Valentina rodó los ojos y tomó de la camisa a Agustín, lo guió al fondo del pasillo. Soltó su camisa y lo siguió viendo mal.

—Y aún falta.

—¿QUE?— casi gritó obligando a que la rubia le tapará la boca con su mano.

—A ver Agustín, las mujeres no somos simples como ustedes— el morocho la miro mal— tú sólo te compraste un traje bonito y ya, sin chiste más que en el tipo de corte; en cambio, Caro tiene que ver el escote, los adornos que traen los vestidos para que no se vea muy exuberante,— el chico rodó los ojos, para él todos los vestidos de novia eran iguales— el tamaño de las mangas, si lo quiere entallado, suelto, que tan larga la cola, el velo. En fin Agustín, jamás terminaría en decirte todos los detalles que debe de ver Caro si quiere tener el vestido perfecto.

—Pues sí, pero ella me prometió que veríamos una película y que se quedaría a dormir en mi departamento— una vez más hizo puchero de niño de cinco años— ¡y ya van a ser las ocho!, ¡dile que ya! Luego ve sus vestidos.

—¿No usas el cerebro o qué?— Agustín alzó una ceja, no le parecía nada agradable el comentario de su amiga— Caro tiene que enviar de vuelta mañana todos los vestidos y decirle a la modista cual va a ser el que comparará para que así le hagan todos los arreglos necesarios antes de la boda.

—Pero aún faltan cinco meses para la boda.

—¡Y se nos esta acabando el tiempo!— esta vez exclamó la chica de ojos azules— Caro necesitará visitar a la modista demasiadas veces hasta que su vestido quede listo, tomará mucho tiempo eso Agus.

—Pero...

—Pero nada— alzó su dedo como si fuera la madre del chico, lo hizo callar— ahora serás un buen prometido bajando a la sala a esperarla ahí hasta que ella termine, así se tarde dos horas más, tú estarás ahí esperándola pacientemente, ¿entendiste?— habló seria mientras lo apuntaba con su alargada uña roja.

—Sí, sí, como sea.— bufo y se cruzó de brazos.

—Pues no te veo bajando las escaleras.— esta vez el cordobés rodó los ojos y caminó con sus brazos cruzados hacia las escaleras.

—"No te veo bajando las escaleras"— imitó de una manera nada discreta la voz de Valentina en lo que bajaba las escaleras y caminaba de vuelta al sillón en el que estaba sentado minutos antes.

—¡Te escuché!— se sobresalto al escuchar los gritos de la rubia. Se asomó a ver que no estuviera bajando las escaleras para ir a reclamarle porque la haya imitado.

Te amo (Aguslina) (TE #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora