29: Los que se van nunca nos dejan

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—¡Qué son esas cosas! —chilló Diana al percatarse recién.

—¡Déjalos! —Pero ni bien terminó de hablar, un choque eléctrico tumbó a uno.

El de mechón blanco, que todavía no se había ocultado por ir a ella.

—Aj —se quejó la castaña.

Olga lo contemplaba con los ojos bien abiertos.

—Oh no —susurró Teresa, apenada.

—¿Qué has hecho? —murmuró la mujer. La rabia la llenó, de sus ojos brotaron lágrimas—. ¡Qué has hecho!

—¡Era un másculo!

—¡Era mi hijo, idiota! —Le disparó enfurecida y Diana cayó un par de metros más allá a causa de la electricidad.

Los presentes también se sorprendieron. Olga se lanzó a la chica y la agarró de los cabellos, empezando a tirar de ellos mientras la otra se defendía como podía, ambas chillando y gritando.

Adrián corrió a ver al másculo y Teresa lo siguió. Le tomó el pulso y no había.

—Tenemos que hacer algo...

—No hay forma, Adrián, vámonos.

—Se le ha detenido el corazón. —Se reincorporó—. ¡Olga, déjala, tenemos que ir a un hospital o lo que sea!

La mujer, con el cabello también hecho tirones, soltó a la jadeante y adolorida Diana, dejándola caer contra el suelo, ambas tenían rasguños en la piel. Adrián alzó al pequeño y raro ser.

—¡Por aquí! —los guio recuperando compostura.

Corrieron lo más rápido que podían, ignorando a algunas mujeres que por ahí andaban, muchas sin prestar atención perdidas en sus pantallas de los drones móviles, pero no de una que otra que de pronto decidía mirar a la calle, para ver al grupo de desconocidas siendo seguidas por otro grupo de pequeños seres.

Entraron de prisa a una clínica, la de recepción se espantó, pero al reconocer a Olga corrió a avisar mientras daba orden de cerrar las puertas.

—¡Olga! —la llamó otra mujer castaña que salía de uno de los laboratorios.

Quedó espantada también al ver a Adrián luego de que su cerebro lo desconociera como otra mujer.

—Se electrocutó, ¿tienen células madre para másculos e impresora 3D? —preguntó él de inmediato.

La joven, todavía espantada al corroborar sus ideas de que definitivamente no era una mujer al haber escuchado su voz, asintió y los guio de prisa, conmocionada.

—No entiendo qué planeas con una impresora 3D, pero aquí puedes ver qué cosas se le han dañado —dijo temblorosa.

Lo pusieron en una especie de capsula que lo rodeó de luz, presentando una proyección del cuerpo y marcando las fallas, incluyendo el aviso de que estaba muerto. Olga cayó sentada en una silla afuera del ambiente, limpiando sus lágrimas, Clara intentó calmarla.

—Tesa, la impresora, por favor —pidió él a lo que la chica asintió y salió a pedirla a la otra mujer que miraba perpleja—. Quiero un re-circulador sanguíneo, ¿tienen? —le preguntó a la que asumió era la doctora.

El ambiente reconoció la orden y no fue necesario que fuera a buscarlo, de los muros salieron distintos brazos mecánicos e instrumentos, observó impresionado cómo todo empezaba a conectarse al cuerpo del másculo. Una vez iniciado el respirador, la máquina ya empezaba a mover la sangre.

—Dile tus órdenes —dijo la doctora por inercia, ya que su conciencia estaba analizándolo a él.

Sujeto no presenta signos vitales, presenta muerte cardiaca y daño mínimo en sistema nervioso —habló la voz de la computadora—. Procediendo a mantener oxigenación en cerebro.

Adán: el último hombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora