25: Peligrosas tentaciones

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—Anda, dile a Carla que no moleste —insistió Olga.

La puerta descendió y el floter se alejó en segundos. La mujer quedó con la boca abierta.


Olga puso ruta en el floter y se cruzó de brazos.

—Creo que ya sé por qué tanto rollo con ellas —le susurró Adrián a Teresa en el oído.

—Cómo...

—Quizá Olga estuvo con Carla alguna vez, ya sabes, una relación sentimental.

La pelinegra arqueó las cejas.

—Dejen de andas de cotillas —renegó la mujer.

—Eso me recuerda —lo apartó Teresa sin hacerle mucho caso a Olga—, Helen te besó.

Adrián abrió la boca, sorprendido.

—No sé dónde viste eso pero no fue así.

—Jah. —Cerró los ojos girándose y cruzando los brazos también con fastidio.

—Tesa...

—Y bien que te dejaste.

Él rio de forma suave.

—Me pasó energizante, no sé por qué así, pero asumo que quiso distraer a la líder.

La pelinegra no podía con sus celos. Adrián suspiró.

—¿A dónde vamos? —preguntó Clara.

—A una de mis viviendas. No esperen que Carla entienda de buenas maneras, los va a seguir buscando hasta que no se quede en algo concreto. Si gustan vamos por algunas de sus cosas.

—Rita —dijo Teresa con preocupación.

El floter se detuvo afuera de la casa y la chica bajó de prisa siendo seguida por Adrián.

—No es necesario que me cuides —reclamó—, todavía no me explicas cómo es que DOPy también tiene un arma ni lo demás. ¡Rita!

—Quiero cuidarte.

—No sé si tu costumbre de tu época era cuidar a alguien dándole un arma, pero te aseguro que ahora no es así. Y ya te repito que no necesito que me cuides.

—No es eso...

Rita salió feliz de un rincón y fue recibida por su dueña, moviendo la cola sin parar y lloriqueando. Volteó e hizo lo mismo con el joven, queriendo lamerle la cara.

—Incluso ella quiere besarte —renegó la pelinegra haciéndolo reír.

—Y yo solo quiero besarte a ti.

—Incluso Olga anda exigiendo su noche contigo.

Él la abrazó y le dio un beso en la frente.

—Es curioso que me quieran aunque sea por una noche, cuando yo ya las tengo apartadas solo para ti. —Guiñó un ojo—. Junto con mis días, por supuesto. —Ella sintió sus latidos acelerarse—. Vamos, Rita.

Salieron de prisa luego de guardar más cosas, como ropa, en una maleta y continuaron el camino.


El floter entró a una especie de edificación semi-subterránea cerca de las afueras de la ciudad. Olga bajó a los másculos que seguían en sus raras incubadoras y los llevó a una habitación especial. Quedaron en un salón grande, con la cocina a un lado, en donde una máquina de insumos ya estaba preparando comida.

—Muy bien, siéntanse como en casa —anunció Olga—, es tardísimo, quiero dormir, luego veremos qué hacer.

Se fue seguida de su dron casi minúsculo. Rita fue a buscar comida en donde el sistema de la vivienda le mostraba, ella ya conocía los tipos de señales y olores que indicaban lugar para comer.

Adán: el último hombreWhere stories live. Discover now