Capítulo LXVII

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—¿Estas nerviosa hija?—preguntó mamá al verme dudando frente al espejo.

El día se había llegado.
Habían pasado las 3 semanas de plazo, la sala de la señora Nerron había quedado tal y como la había imaginado, le había dado forma poco a poco, día con día, con la ayuda de esas gentiles personas que se admiraban de verme trabajar como una más de ellos, tomando la brocha o moviendo muebles. Todos aseguraban que mi lugar era dando órdenes, con los zapatos bien limpios y tomando limonadas, pero yo no quería ser así, no quería ser la mandona ni la jefa, quería ser una compañera más de trabajo.

En esas semanas había aprendido que un decorador no solo hace los diseños y se encarga de que todo salga al pie de la letra, si no que también era mi responsabilidad ir por los materiales, revisar que los muebles lleguen a tiempo, inclusive, revisar que todos los cuadros y libros estén en su lugar para el día de la presentación.
Había sido maravilloso trabajar con la señora Susana, pues aunque ella no estuviera todos los días conmigo, me había ayudado incontables veces a hacer cosas que me correspondían, pero que a mí no me habían pasado por la cabeza. Me había hecho darme cuenta lo que era verdaderamente un decorador, y admito que a pesar de todo lo que conllevaba, seguía con los pies firmes sobre lo que quería ser.

Con Charly todo había ido bien, más que bien, si podría decirlo.
Las cosas habían mejorado de una manera enorme, habíamos vuelto a ser esos dos chicos que se estaban conquistando, solo que esta vez había más besos y caricias de por medio.
Siempre estábamos juntos, está vez no había distancias.
Todos los días salíamos de la escuela juntos, e íbamos directo a su casa, pues los ya tan problemáticos exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina, así que como una partida doble, estudiábamos juntos a diario, incluso los fines de semana. Nos habíamos vuelto inseparables, y nuestra relación había crecido enormemente, aunque Charly se aferraba a la idea de que no era bueno contarme nada de lo que pasaba con su familia, sabía que tenían problemas, pero no sabía cuales, y preferiría no insistir en el tema. Al final del día si Charly no me lo quería decir yo no podía obligarlo, porque era algo en lo que no me convenía meter las manos.

Esas tres semanas habían sido muy buenas, Charly y yo estábamos más enamorados que nunca, los exámenes habían sido más fáciles de lo que me imaginaba, en la cafetería las propinas habían incrementado, mis padres seguían felices con mi relación con el chico de los ojos lindos, la señora Susana y yo nos habíamos hecho muy amigas, y para cerrar con broche de oro, hoy me estaba arreglando para ir a la fiesta de los Nerron, aquella en la que me presentaría como la encargada de la decoración de tan esplendorosa pieza, llena de colores vivos y muebles mullidos.

A todos los miembros de la familia les había encantado mi trabajo, y no decir de la señora Susana, que hasta derramó unas vistas has lágrimas al ver su sala renovada, Charly decía que su madre era muy sentimental, y yo le creía.

Mamá me había comprado un par de zapatillas de tacón negras para la ocasión, y aunque había tenido que recurrir al consejo de mi madre para saber cómo debía de ir vestida, ella eligió mi mejor ropa de todo mi clóset, dejándome con unos pantalones de mezclilla obscuros, y una blusa negra de manga tres cuartos con pequeños puntos blancos.
Fui al salón de belleza a que me hicieran las uñas, el maquillaje y el peinado. Unos rizos semi-recogidos con una media cola fueron lo que la mujer sugirió, además de un maquillaje natural, con un poco de sombras negras y tintas.

Y ahí están, la Jade que había cumplido uno de sus sueños, frente al espejo, preguntándose si era buen llevar esa ropa o ponerse un vestido que tenía en el guardarropa; aunque mamá ya había dejado claro que así me veía muy bien, perfecta para la ocasión y hermosa.

Solté el aire.
—Más que nunca Ma. Me sudan las manos.

Mamá sonrió todavía en le marco de la puerta.
—Tranquila mi muchachita bella. Todo saldrá bien, ya lo verás.
—Eso espero... ¿De verdad crees que así estoy bien? Todavía puedo ponerme el vestido--dije jalando el collar que traía puesto.
—Estas perfecta mi niña, no necesitas ningún vestido, así te ves sorprendente. Te aseguro que las personas de la fiesta te verán y dirán: "Que muchachita tan linda, le voy a dar trabajo en mi constructora".

¿Y si te digo que me enamoré de ti?Where stories live. Discover now