—No la toques —advirtió el rubio, sus ojos fijos en la mano en mi espalda.

—Oh, he hecho mucho más que tocarla, y lo volveré a hacer si quiero.

William gruñó y trató de zafarse del matón, casi consiguiéndolo, pero el otro se acercó y ayudó a su compañero. Mi sangre ardió, aun sabiendo lo que estaba haciendo, me giré para mirar a Collin. Sus ojos rápidamente se encontraron con los míos.

—Eres un cobarde —dije. Los ojos de Collin se entrecerraron, mirándome con rabia. Sabía lo que estaba pensando, se preguntaba cómo me atrevía a hablarle así. Realmente ya me había hecho daño, ¿qué más podía hacerme?— Sólo te atreves a hacerme daño cuando William no puede hacerte nada. Eres un maldito cobarde.

El golpe llegó antes de lo esperado. Sabía que era bastante probable que me fuera a pegar, así que no me sorprendió. Lo que me sorprendió fue la fuerza de su golpe, tirándome al suelo. Me obligué a mi misma a no tocarme la mejilla por mucho que ardiera.

—¡MAYA! —. Escuché el grito de William, pero mis ojos estaban fijos en Collin. Odiaba tanto a ese hombre, quería matarlo. ¿Quién era él para hacerme daño? ¿Por qué creía que era mejor que yo? ¿Porque era un hombre? ¿Porque tenía dinero?

No era nada más que mierda.

—Escúchame bien, maldita zorra —. Se puso de cuclillas frente a mí y sujetó mi cara entre sus dedos, haciéndome daño. Levantó mi cabeza y me obligó a mirarle.— ¿Quién coño crees que eres? No eres literalmente nada. Tan sólo una prostituta.

—No te atrevas a hablarle así —. Esta vez sí giré mi cabeza para mirar a William. Sus ojos irradiaban pura furia y en ese momento, supe que quería matar a su padre. Creo que todo el mundo en la sala lo notó, porque los dedos de Collin temblaron un poco en mi cara, como si le hubiera asombrado el odio de su hijo. Como si le hubiera... ¿dolido?— Maya, no le escuches. Nunca lo hagas. Tú eres todo para mí. Lo sabes, ¿no? Lo sabes.

La desesperación en su voz me dolió. Tanto tiempo sola en esa casa, creyendo de verdad las palabras de Collin. Todo cayó sobre mí como un balde de agua fría. Había sido una estúpida. Me había creído todo como si fuera una niña manipulable.

—Lo sé —susurré, mirándole intensamente. Tragó duro y tensó su mandíbula, dolor visible en sus ojos.

—Que romántico —se burló Collin. Se levantó y sacudió sus pantalones, negando con la cabeza soltando un suspiro. Justo en ese momento, la puerta principal se abrió, dejando a un Allec confundido a la vista. Los ojos negros del otro hijo recorrieron la habitación, analizando la situación. Frunció el ceño enfadado cuando me vio en el suelo, imaginándose lo que había pasado. Collin soltó una risa, clavando sus ojos en Allec.— Parece que la historia se repite.

Pude ver como el pecho de Allec dejaba de moverse momentáneamente. Dios mío, cada vez que alguien mencionaba algo que tenía que vez con Michelle, Allec parecía recibir una bala directa al corazón. Siempre dejaba de respirar, su nombre o recuerdo siendo suficiente para quitarle el aire. Mi corazón sufría cada vez que veía el constante dolor en sus ojos, echando de menos lo que más había querido.

Collin volvió a girarse hacia William.— Tú no vas a volver a ver a Maya. Estoy harto de mis hijos encaprichándose con mis chicas. Tienes prohibida la entrada a esta casa, y mis amigos, —echó una mirada a los matones.— se ocuparán de eso.

Mis ojos se abrieron y miré a William, el terror visible en mi cara. Lamentablemente, en la suya también. Negó con la cabeza, mirando a su padre con odio.— Conseguiré entrar. No vas a impedir que la vea.

—Como lo intentes la que lo pagará será ella.

Sus ojos azules volvieron a encontrarse con los míos. Por mucho miedo que sentía en mi interior, asentí con la cabeza ligeramente, indicándole que estaría bien y que encontraríamos una forma de vernos. Él negó con la cabeza cuando los matones empezaron a arrastrarlo fuera de la casa.

VendidaWhere stories live. Discover now