Procedí a quitarme los pantalones, quedando solo en ropa interior. Ya te puedes girar.

William se giró y tragó saliva, pasando sus ojos por mi cuerpo rápidamente. Sacudió su cabeza y se acercó a mí, agarrando mi brazo.

—Vamos, métete en la bañera.

Con su ayuda levanté una pierna y la metí dentro de la bañera, la otra siguiéndole. Una vez estuve dentro, sentí como el agua quemaba mi piel. Me senté en la bañera, el agua ardiente llegándome al pecho. Ni siquiera me importaba la temperatura, sentía que si mi piel ardía podría limpiar la sensación de las manos de Collin tocándome.

Cerré mis ojos y llevé mis rodillas a mi pecho, abrazándome a mí misma. Cuando volví a abrirlos, me giré a mirar a William arodillado junto a la bañera, quien ya me estaba mirando. La intensidad de sus ojos sólo consiguió ponerme más triste, así que bajé la mirada.

La mano de William se coló dentro de la bañera y atrapó la mía. Entrelazó sus dedos con los míos y lentamente llevó nuestras manos a su boca, besando mis nudillos. Solté un suspiro y me encogí en mi sitio, sintiéndome cada vez peor.

—Maya, por favor. Tienes que hablar conmigo. No puedo verte así —rogó, su voz derrochaba desesperación. Negué con la cabeza inmediatamente. No quería hablar con él. No podía contarle lo que había pasado porque no sabía cómo reaccionaría. Eso me asustaba. ¿Me tendría asco? ¿Me vería como una simple prostituta? ¿Pensaría que le he estado utilizando mientras me acostaba con su padre? ¿Me tendría lástima? ¿Qué pasaría?

Vi como su cara se descompuso. Su mandíbula se tensó y me dirigió una mirada triste.— ¿No confías en mí?

—Por favor, William. No puedo —pedí en un susurro. No quería que hiciese esto. No podía pedirme que le contase la verdad.

—¡Maya, por el amor de Dios! Esta mañana estaba todo bien, estabas feliz. Cuando llego estás encerrada en tu habitación y no quieres verme. Me ignoras. Trato de hablar con Aurora y ella pone excusas estúpidas que sé que no son verdad. Habría esperado a que estuvieses dispuesta a hablar conmigo y me contaras qué ocurre, lo habría hecho. Pero de repente, te presentas a más de media noche en mi habitación y te pones a llorar como si alguien hubiera muerto. Y por si fuera poco, esto—. Su mano que agarraba la mía se alzó, dejando mi muñeca al descubierto. Sentí mi corazón golpear fuertemente contra mi pecho, el miedo recorriéndome.— Y ni siquiera vas a darme una explicación.

Silencio.

—¿Quién te ha hecho daño, Maya?

Más silencio.

—¿Ha sido mi padre?

—Sólo.... déjalo.

Soltando un suspiro, asintió con la cabeza y salió del cuarto de baño. Vi como se sentaba en la cama de espaldas a mí y escondía su cara entre sus manos. Mis ojos se quedaron en él.

No le merecía. Sabía que debía contarle la verdad, gritársela en la cara y pedirle que me sacara de esta casa horrible. Pero al llegar a ideas de lo que podía pensar de mí después de esta noche, me di cuenta de una cosa.

No podía hacerlo.


—Maya.

Levanté mi cabeza y vi a William en pie al lado de la cama.

—Ven, es tarde.

No rechisté ni un segundo, sin embargo mi cuerpo se resistió un poco. Los pasos que daba parecían pesar más que de costumbre. Una vez me encontré frente a el rubio, le miré a los ojos. Se veía cansado. La preocupación le consumía, y una parte de mí saltaba en emoción de que le importara tanto. Coloqué mis manos en sus hombros y sin pensarlo dos veces, me coloqué de puntillas para plantar un pequeño beso en sus labios. Sus ojos se cerraron al instante, pero no se movió. Se lo agradecí con mis labios, que tampoco se movían. Era sólo un pequeño e inocente beso, sin pasión o lujuria. Sólo agradecimiento y sentimientos.

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