—No, no, no. Por favor, por favor. ¡AURORA! ¡NO ME DEJES CON ÉL! ¡POR FAVOR, NO TE VAYAS! —grité, las lágrimas saliendo de mis ojos. Collin me arrastró hacia las escaleras. Los ojos de Aurora encontraron los míos por un momento, pero apartó la mirada rápidamente.

—Por favor, Señor. No le haga daño —rogó en un murmuro la mujer frente a mí cabizbaja. El agarre de Collin se hizo más fuerte.

—¡VETE! —rugió. Aurora pegó un brinco y se dio la vuelta rápidamente, saliendo por la puerta. El sonido de unas llaves cerrando la puerta llegó a mis oídos, y en ese momento, lo entendí.

Me iba a hacer daño, y esta vez no había manera de evitarlo.

Mis ojos no dejaron la puerta, aun cuando Collin me arrastró con facilidad hacia la planta de arriba. Me arrastró por todo el pasillo hasta que llegamos a la puerta del fondo, una puerta justo como las otras, pero que consiguió que el terror se apoderase de mi cuerpo.

—Por favor, por favor —rogué, mi voz sonando como un susurro. Miré sobre mi hombro a Collin, que me empujaba dentro de la habitación.— No me hagas esto, por favor.

Mis suplicas no parecieron tener ningún efecto en él, ya que una vez estuve dentro, cerró la puerta con fuerza y me lanzó a una enorme cama antes de poder moverme. Mi espalda golpeó contra el colchón con mucha fuerza, haciéndome rebotar. Sus manos agarraron mis tobillos y se colocó encima de mí rápidamente. Mis manos se acercaron a su cara y arañé sus mejillas con fuerza. Soltó un gruñido de dolor y soltó uno de mis tobillos para pegarme. Utilicé la oportunidad y levanté mi pierna, tratando de patearle y sacarlo de encima de mí. Sus piernas se colocaron sobre las mías reteniéndolas y uno de sus puños se levantó, colapsando contra mi pómulo al instante. Un gemido de dolor escapó mis labios y lloré, lloré con tanta fuerza que mi garganta dolió.

—He sido tan paciente —. Agarró mi barbilla con fuerza y me hizo mirarle. No pude verle bien ya que las lágrimas en mis ojos hacían que mi visión fuera borrosa.— He esperado tres putos meses. Te compré un colgante que costó más de trece mil libras. ¡No podría haber sido mejor! ¿Y qué haces tú? ¡FOLLARTE A MI HIJO! —. Su brazo se alargó y cogió algo de la mesita de noche. Aclaré mi visión para ver a qué se refería y entonces entendí.

El colgante.

El colgante que había dejado en la habitación de William.

—¡No hice nada, lo juro! —grité, rogando por que me creyera.— ¡Lo siento, lo siento, lo siento! ¡Me portaré bien! ¡Lo juro, lo juro por mi vida!

—Tus putas mentiras ya no se las traga nadie, zorra —escupió con furia. Una sonrisa escalofriante se coló en su cara y yo negué con la cabeza.— Pero ahora vas a arrepentirte de estar viva.

Su boca voló a mi cuello y yo me removí bajo su toque. Una de sus manos comenzó a levantar mi camiseta y cuando llegó a mis pechos, comenzó a tocarme agresivamente. Solté un gemido de dolor y más lágrimas salieron de mis ojos.

Cuando terminó con mis pechos, bajó la mano hacia mis pantalones. Mientras me desabrochaba los pantalones, cerré los ojos con fuerza. Sentía que luchar ya no valdría la pena. Iba a violarme, iba a quitarme lo que me prometí a mí misma que no me arrebataría.

Sentí mi estómago revolverse cuando su mano se coló por debajo de mi ropa interior. Traté de pensar en otra cosa, traté de imaginarme que estaba en mi casa, durmiendo tranquilamente, o hablando con mi familia.

Sus manos se ocuparon de quitarme los pantalones junto a mi ropa interior y tirarla al suelo. Cerré mis ojos con más fuerza y rogué.

Rogué por que Dios me quitara la vida ahora mismo. Rogué por que Dios se apiedara de mí y me hiciera morir en este mismo instante. Que no me hiciera pasar esto.

VendidaWhere stories live. Discover now