No tenía ni idea de si ella realmente estaba hablando en serio, si ella estaba realmente arrepentida, aunque sinceramente eso ya no me importaba ahora. Lo lastimó, y me lastimó también a mi.
Lo que, para ser sincera, me da lástima, pues es una persona increíble, humilde y sencilla, que parecería estaría ahí cuando Noah, o yo tuviesemos algun problema, o al menos eso fue lo que ella nos hizo creer, pues al parecer ahora los problemas los trae ella.

Así que, entre tanto pensar he llegado a una conclusión, a una muy perfecta conclusión, ni Noah ni yo necesitamos a alguien más, los dos nos complementamos a la perfección, ambos estamos bien solos, pues siempre conocemos a alguien que nos arruina por completo y ¡no! Nosotros podemos arruinarnos juntos, podemos arruinarnos peleando una noche entera porque yo me adelanté diez capítulos a la serie que prometimos ver juntos, porque él se comió mis dulces que guardaba en la comoda, o simplemente porque él es capaz de comer más pizza que yo.

Podemos arruinarnos de esa manera, pero jamás podría lastimarlo.

—Emma...— miro como alguien gira su cuerpo y coloca el antebrazo en mi pupitre, alzo la mirada y veo a Caleb.

Lo ignoro completamente y sigo escribiendo notas sobre mi cuaderno.

No era momento de que se creara un cuento de un pequeño niño con una cabellera mágica en mi cabeza.

—Lamento lo que pasó con tu amigo.

Miro la pizarra de reojo para copiar lo que estaba en ella.

—No quería, no lo creí capaz, nunca había golpeado a alguien.

Sonrío irónica y vuelvo la mirada hacia la pizarra, ignorando su enorme cabezota.

—Está bien si no volverás a hablarme, sólo quería disculparme.

—Te he hablado veinte jodidos minutos desde que llegaste ¿Por qué ibas a creer que iba a seguir así?— grito en un susurro.

—Creí que te gustaba.— se encoje de hombros con una sornisa.

Suelto una risilla burlona y arqueo una ceja, me levanto del pupitre y camino hacia el gran escritorio de la maestra para entregarle los mil apuntes que nos obligaba a hacer.

Caleb era el niño que sólo vendía drogas, el niño que no obligaba a nadie a consumirlas, sólo vendía drogas y punto, y es que quizá de eso viva, o simplemente sea su pasatiempo, pero eso no me interesaba porque no se metía conmigo, tampoco con Noah ni con nadie de ésta escuela, él podía vender sus drogas con libertad y yo no iba a decir nada, pero se equivocó, se metió con Noah y conmigo también, y ahora las cosas cambian, pues no es sólo el niño que vende drogas, sino el niño que vende drogas y se metió con Noah.

Ah, y tiene una cabellera con superpoderes.

—Hace un rato vi a Alyssa y la ignoré, me siento mal ahora.— me dice Noah en el comedor.

—¿Quieres hablarle?— mastico una papa frita.

—Creo que sí.— hace una mueca indeciso.

—Antes era la persona que decía que debían arreglar las cosas entre ustedes, ahora soy la persona que no quiere que exista, lo sabes.

—Perfectamente.

—Pero no voy a impedirte hacer algo que quieres.

—Quizá lo piense.— se encoje de hombros y toma de su jugo.

Gira el cuello y mira sobre éste, dirige la mirada hacia Alyssa, quien está del otro lado de la cafetería con un par de amigas.

—Tu mamá ¿Decidió algo?— llamo su atención, no quería que pensara tanto en ella.

BRAD ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora