CAPÍTULO TREINTA Y TRES

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Ésta, indudablemente ha sido una técnica exitosa, con la cuál ayudarla a centrarse en otra cosa que no sea el alcohol. Le proporcioné a mi querida rubia el apoyo incondicional para que retomara su pasión, y dejara atrás lo que estaba dañándola.

En retrospectiva, de lo mal que empezó mi reinserción en la sociedad romana y en la vida de Dichezzare; hoy, envuelta en una frazada, sentada en el sillón y mirando por la ventana, admito que estamos bien.

Brunita avanzando a paso lento pero seguro y yo, cumpliendo poco a poco mis nuevos objetivos. Objetivos en los que el amor ya no entra.

Varias veces la siciliana ha insistido en que debo tener citas para olvidar a Rashid definitivamente. Que debo salir con chicos, aventurarme en una noche de sexo casual, un desayuno informal, o una ida al cine... Pero... Yo ya no quiero eso.

Siento que no necesito la compañía de un hombre para estar bien. Me basta el recuerdo de quién amé para saber que si tuve algo en el pasado fue real; duró poco, pero fue real y verdadero.

No me urge más y tampoco quiero más. Adoro la tranqulidad de mi casa, recostarme en el sofá a leer, comer una caja de pizza, o mirar una serie de suspenso. Amo el hecho de prescindir del teléfono celular; de tenerlo ahí, únicamente por razones de seguridad.

No existe nada más placentero que ir a trabajar, ganar mi sueldo, estudiar, esforzarme día a día por superarme y llegar a mi hogar, ponerme ropa cómoda, preparar la cena, darme un baño y leer.

Estoy tranquila. Tranquila de verdad.

El no volver a hablar con mis padres también me aporta calma y paz. Inclusive al ver a Melany y Renzo pasearse asidos de la mano a diario tampoco me afecta; no me molesta, no siento nada.

Estoy tan bien conmigo misma y con ésta versión autónoma, empoderada e independiente de Nicci Leombardi, que ya no cargo a cuestas con sentimientos negativos. Prefiero desecharlos a la basura y continuar con mi travesía.

Porque en eso se convirtió mi vida, en una travesía.

Han pasado cinco meses, ya. Cinco meses desde que perdí el corazón por arriesgarme a amar.

Cinco meses de esperarlo.

Cinco meses aferrada a la ilusión de que un día cualquiera, él se apareciera frente a mí diciéndome que no pudo cumplir su promesa.

Cinco meses en los que la espera se convirtió en incertidumbre primero, en heridas que curaron, después, y en cicatrices al final.

Han pasado cinco meses y de tanto soñar a Rashid, me olvidé de esperar su regreso.

Ahogo un bostezo y tapando mis piernas con la cobija de felpa, doy vuelta la página para pasar al capítulo treinta

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Ahogo un bostezo y tapando mis piernas con la cobija de felpa, doy vuelta la página para pasar al capítulo treinta.

En la lejanía, mucho más allá del soneto de Second Sun de Beethowen, el murmullo de Bruna no me permite disfrutar completamente de la lectura.

Al Mejor Postor © (FETICHES I) ✔Where stories live. Discover now