El latir de mi corazón se desboca.

Acaba de decir, con todo y su desprecio que me van a comercializar.

Peor. Que me van a vender.

Trago saliva y el desasosiego me consume.

Hago acopio de mi fuerza de voluntad, una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez, hasta que logro removerme en el asiento.

Trato de recuperarme, de volver en sí, pero la perra desgraciada tira de mi pelo, obligándome a mantener quietud.

¡Auch, mi cabeza!

—Quietita, gata.

Aprieto mis labios al igual que mis párpados.

¿Dónde estará mi Bruna? ¿En dónde estoy yo? Y mamá...

Aunque mamá sea una frívola y desinteresada mujer que se ha estado comportando de lo peor conmigo... La extraño sólo de pensar que no la voy a volver a ver.

Extraño mi vida y mi libertad... Porque sé que no las volveré a recuperar.

—Por favor —mi voz se siente aletargada; como sedada. Me cuesta pronunciar palabras. 

—¿Me estás hablando a mí, gata? —su risa tan déspota y tirana me hace odiarla con todo mi ser. Estoy suplicando por mi vida y al parecer ella lo disfruta—. ¿Qué se te antoja? —sus uñas hundiéndose en mi mentón me obliga a abrir los ojos—. ¿Vas a elegir el labial que vas a usar? —sigue riéndose mientras que sus uñas me causan dolor—. Las putas se pintan de rojo, así que lo vas a usar quieras o no. 

Mis ojos se empañan. Quiero llorar del dolor, de la humillación, del miedo... Pero no lo hago. Parpadeo para retener el llanto y me limito a mirarme en el espejo.

Me doy asco.

Ver mi reflejo me da asco.

Ver cómo han cargado mi rostro de maquillaje, cómo me han peinado y cómo mis senos prácticamente se escapan del corset que me han puesto me hace sentir asco de mí misma.

Con los labios fruncidos, mi corazón acelerado y mi cuerpo adormecido, agacho la cabeza.

El corset es rojo, diminuto, no me deja respirar siquiera. Sólo traigo puesta unas bragas y unas medias de red de color negro van desde mis muslos hasta mis pies, enfundados en unos horrendos tacos. 

—Por favor —balbuceo cabizbaja—. Déjame salir de aquí... Por favor.

Mis sentidos de a poco vuelven en sí pero sigo sintiéndome en las nubes. Con mi cuerpo perdido en otra dimensión.

—Te voy a explicar un par de asuntos a los que tienes que acostumbrarte si tu idea es seguir viva —su mano envuelve mi pelo y de un tirón levanta mi cabeza—. No vas escaparte porque sencillamente estarás muerta en tu primer minuto de intento —pasa el labial por mis labios una vez más. Como si eso le ayudara a descargar la rabia que siente contra mí—. Otra cosa, si te empeñas en ponerlo difícil será peor para ti; sólo para ti. Esto es un negocio y tú eres sólo un número más, uno con mayor valor que el resto tal vez, pero no el único ni el mejor así que tienes una sola opción y es... Resignarte a lo que te espera —para de pintarme y mueve mi cara para que me vea al espejo—. Mírate, puta. Mírate bien. Quizá hoy corras con la suerte de que algún degenerado pague mucho por ti y entonces no te habrá ido tan mal al fin y al cabo.

Mi cerebro aturdido procesa lo que dice y no puedo evitarlo. Me pongo como loca. Me niego rotundamente a aceptar lo que habla. Mi desesperación cala hasta mis entrañas. No me van someter, primero muerta.

Al Mejor Postor © (FETICHES I) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora