6: Seamos amigos

Magsimula sa umpisa
                                    

Teresa sintió un fastidio en el pecho, como si no le hubiera gustado hacerlo enojar. ¿Le había ofendido? ¿Le había lastimado?

—Vaya —dijo la rubia—, ay no importa. ¡Dime ya cómo te fue!

La pelinegra suspiró resignada, la incomodidad no se le iba.

—Estaré en algún equipo de búsqueda y orden. —Kariba celebró pero se percató del algodón que tenía su amiga en el mentón—. Sí. Me dieron un buen golpe, pero como ves, solo queda esta pequeña heridita.

La medicina había avanzado y mejorado bastante, al desaparecer con los hombres el negocio de las farmacéuticas. Tenía entendido que algunas cicatrices podían quedar de por vida. Vaya pesadilla.

—Vaya, qué salvajes. Nunca me contaste cómo te fue en la prueba. ¿Cómo las dejaste inconscientes, o qué hiciste?

—Ah... Abdgm... —balbuceó sin saber si decir la verdad o no.

—Miriam me contó en secreto hace unas horas, que ella corrió como loca, nadó por un río y terminó cayendo por una cascada. Claro, fue apropósito, se aventó. Eso hizo que terminara. Las enfermeras le recibieron. Dijeron que fue muy valiente por aventarse... Peeero no la aceptaron.

Entonces la líder no se le presentó como lo hizo con ella, debía considerarse muy especial... por una mentira.

Escuchó un ruido raro proveniente de las plantas del exterior. Se percató además del silencio prolongado en la casa.

—¿Adrián? —lo llamó.

—¿Qué pasó? ¿Qué es Adrián? —quiso saber Kariba.

La pelinegra ya no soportó a su consciencia que le recriminaba por haberle gritado.

—Te llamo luego, creo que está haciendo alguna travesura. Ah, y ese es su nombre, es todo raro. ¿Puedes creer que se comió mi aguacate? Es un barril sin fondo, se ha comido todo, yo no sé si eso es normal o está enfermo.

—Ay, amiga, deberías ver qué hacer con el bicho.

—Te veo luego. —El holograma desapareció—. Uch. ¿Adrián? —Salió de su cama con todo el pesar del mundo empezando a preocuparse por la falta de respuesta—. ¿En dónde estás? —refunfuñó mirando la sala desde el borde del segundo nivel.

Bajó las escaleras corriendo. Lo buscó por la cocina, el depósito, su almacén de frutas para el rostro. Nada.

—¡Marlon Adrián! —Corrió escaleras arriba.

Buscó en la casa de su mamá sin llegar a encontrarlo. Sintió angustia por primera vez, preocupación genuina por el fósil viviente. El dron se acercó y mostró una grabación suya en la que se apreciaba al castaño saliendo por el jardín trasero.

—Ay no... Ay no, ay no, ¡ay no!

Se puso unas zapatillas deportivas y bajó corriendo siendo seguida por su dron, tomó el detector que le habían dado y lo encendió. Salió de casa.

—¡Búscalo desde lo alto! —pidió desesperada. DOPy subió a los aires—. ¡Está loco! —reclamó a la nada mientras revisaba si el detector daba señal.

Estaba loco de verdad, ¿no medía las consecuencias? ¿Acaso no sabía lo raro que era? Si lo atrapaban las de M.P quizá hablaba y la castigaban. Peor aún, ¡quizá no lo vería más!

Sacudió la cabeza, ¿de dónde sacó ese motivo? ¿Desde cuándo no verlo sería un problema? No. Más bien sería un alivio, así ya no se estresaría... pero no era el momento.

Buscó por todos los alrededores al borde de la exasperación, a punto de llamar a M.P. para que lo encontraran, luego reaccionó dándose cuenta de que sería un error, pero para su mala suerte, se topó con una oficial.

Adán: el último hombreTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon