Corrió en círculos, desubicada, cuando se dio cuenta de que estaba en su sala y no en su habitación. Adrián dormía en el sofá, quedó viendo su rostro, lucía tranquilo pero parecía tener rezagos de tristeza. Se distrajo con su extraña fisionomía, otra vez con sus cejas negras y pobladas, su nariz, sus labios, sobre todo el inferior.

No fue un sueño después de todo lo del día anterior. Reaccionó. ¡El examen, la prueba! Subió de prisa las escaleras seguida por su DOPy que iba soltando alamas y lucecitas por la hora, y se encerró para alistarse.

Al rato salió corriendo de casa.

«Levántate, chiquillo de ojos bonitos», susurró una voz femenina en el viento

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«Levántate, chiquillo de ojos bonitos», susurró una voz femenina en el viento. Algún fantasma de un recuerdo.

Adrián abrió sus ojos de celeste oscuro y parpadeó despacio, con la pesadez y el abrumador sentimiento de estar solo y perdido, aparte del malestar por el estómago. ¿Qué había sido ese sueño? ¿Un recuerdo?

Un beso en sus labios le había hecho abrir los ojos en ese entonces, la hermosa rubia le sonreía. «¿Me estabas espiando y te quedaste dormido?», había dicho, para luego irse con sus amigas de último año de universidad. ¿Qué hacía él ahí? ¿Quién fue ella? No recordaba, no podía, y eso le frustraba, pero no eran cosas buenas, no eran felices, eso lo tenía marcado.

Abrió más los ojos al ver que de un rincón salía una maquina blanca y aplanada de forma cuadrada, con una suave luz blanca en su base, que al parecer empezó a andar limpiando y desinfectando la alfombra del suelo. El dron descendió frente a su cara asustándolo de pronto, desplegó su pantalla y le mostró la lista de sopas.

Suspiró.

—Ahora no tengo hambre —murmuró.

Volteó mirando con molestia al techo, pero pronto el dron le estorbó insistiéndole con la pantalla frente a su rostro. Frunció el ceño y gruñó bajo.

«DOPy te atenderá, sé que te has de sentir extraño, pero te vamos a cuidar, puedes confiar. Siéntete en casa», fue el mensaje de voz que le dejó Clara, mamá de Teresa.

Volvió a ver alrededor, tenía suficiente energía como para curiosear por ahí, así que se reincorporó siendo víctima de un leve mareo, cerró los ojos respirando hondo, sintió la suave alfombra bajo sus pies, que cubría casi todo el suelo de la casa.

Se puso de pie despacio, quedó quieto esperando alguna mala reacción de su estómago, y como no la hubo, se dirigió al baño para lavarse los dientes y mojar su rostro para quitarse el sueño.

Apenas entró apoyó las manos en el lavabo, volvió a respirar hondo y sacó el cepillo dental arcaico que estuvo en su maleta. Luego de terminar recordó cómo Clara lo cuidó mientras Teresa buscó algún remedio para el vómito, ambas preocupadas. Sintió vergüenza por eso, qué mala impresión había dado, pero peor, no era todo vergüenza, era su estómago empezando a retorcerse de nuevo.

Adán: el último hombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora