Si supiera que lo que a mí me hace feliz es estar con ella.


Nerea se muerde el labio y observa a Aitana casi descaradamente al saberla concentrada en la historia que le cuenta mientras guarda su ropa de entrenamiento. A Nerea nunca le han interesado mucho los deportes –y mucho menos los equipos de porristas– pero aunque no entienda nada de lo que Aitana le está explicando, la deja continuar para poder disfrutar de la preciosa letanía de su amiga hablando sobre algo que le apasiona.

Hasta que Aitana la mira esperando una respuesta.

La cara de confusión de Nerea debe ser lo suficientemente chistosa para que Aitana rompa en carcajadas, con una mano cubriendo un poco su rostro mientras se acerca hasta la rubia.

-¿Dónde estás, Nere? ¿Has escuchado algo de lo que he dicho?

-Como la mitad, la verdad –reconoce después de unos segundos de silencio. Aitana ríe y pone los ojos en blancos. – Pero es que sabes que yo no entiendo de estas cosas, Aiti – termina con un pequeño puchero.

-Pero me gusta contarte de todos modos –responde su amiga con una gran sonrisa. –Igual y aprendes un poco.

Las dos vuelven a reír cómplices de su pequeño chiste interno, esa conversación que han repetido mil veces y repetirán mil veces más. Nerea nunca entenderá nada de sesiones de entrenamiento y la importancia de tal o cual partido, y Aitana de igual forma le contará todo lo relacionado con su equipo de porristas y la vida deportiva del instituto.

Aitana estira la mano para empujar un poco el hombro de Nerea y luego, como en una suave caricia, desliza las yemas de los dedos por su brazo. El gesto deja el corazón de la rubia latiendo apresurado.

Los ojos de Nerea abandonan los de su amiga para inevitablemente terminar en sus labios. A veces le resulta increíble su propio autocontrol para no besar a Aitana con las ganas que le entran nada más verla.

Aitana suspira y Nerea descubre con una rápida mirada que ella también tiene los ojos fijos en su boca.

Nerea se permite unos pocos segundos de fantasía, imaginando que Aitana quiere besarla tanto como ella. Incluso siente su propio cuerpo dejándose llevar por esa especie de fuerza magnética, dejándose caer mínimamente hacia delante, sólo un poco más cerca. Si Aitana percibe esa modificación, no parece molestarle; y Nerea incluso tiene la sensación de que ha entrecerrado un poco sus ojos.

Es en el borde mismo del acantilado, justo un segundo antes de dejarse caer, que el móvil de Aitana comienza a sonar, destrozando la fragilidad de ese momento compartido y devolviendo a las dos chicas al aquí y ahora.

Nerea vuelve a observar a Aitana mientras ella habla con su madre y sonríe distraídamente, prometiéndose a sí misma guardar bien en su mente el rostro de su amiga apenas unos segundos atrás, y esa certeza que le recorría el cuerpo de que su beso habría sido correspondido.


-Es que estoy bien, en serio –Aitana se muerde el labio y esquiva la mirada de Nerea. –Así estamos mejor los dos, pero sobre todo yo. Ya no me sentía –duda un poco y al final suspira – cómoda, supongo.

Nerea toma una mano de Aitana entre las suyas y comienza a trazar dibujos invisibles en su piel. La rubia intuye que hasta cierto punto lo que su amiga dice es verdad, pero también puede ver más allá. Puede descubrir que Aitana lo está pasando mal en las pálidas ojeras, en la pequeña arruga que aparece cada pocos segundos entre sus ojos y en la tirantez de las sonrisas que intenta regalarle.

Una parte de Nerea quiere alegrarse porque Aitana ha cortado con su novio pero al resto de ella le resulta imposible.

-Aitana.

Sujeta con fuerza la mano que tiene entre las suyas. Quiere decirle mil cosas y otras mil más para las que no tiene valor. Quiere decirle que con ella no tiene que fingir, que no debe avergonzarse nunca de sentirse débil o vulnerable, que ella va a estar siempre ahí para recoger los pedacitos de su corazón aunque en el proceso destruya el suyo.

Las palabras se le atascan en la garganta pero eso poco importa cuando nota las primeras lágrimas que recorren el rostro de Aitana. Nerea sólo puede atinar a acercarla a su cuerpo y envolverla con sus brazos, besando el cabello castaño y absorbiendo en su pequeño cuerpo los temblores que acompañan el llanto de Aitana.

-Todo estará bien –alcanza a decir antes de que el nudo en su garganta se ajuste imposiblemente.


Nerea ha extrañado la sonrisa de Aitana, esa sonrisa que tiene la capacidad de iluminarlo todo, incluso una noche sin luna y de estrellas tímidas como aquella. Por eso no para de mirar a su amiga incluso si arriesga tropezar y caer en el asfalto por no prestar atención al camino.

Aitana parece no notar el efecto casi hipnótico que tiene sobre la rubia, y continúa con su resumen de la fiesta, gesticulando con una mano y con la otra protegiendo de la brisa el trozo de su estómago que el top deja a la vista.

Fueron de las últimas en marcharse de la casa de Ana, y las dos tuvieron cuidado de no beber demasiado para poder caminar de regreso las pocas calles hasta la casa de Nerea. Si bien corre una brisa fresca, la noche se muestra agradable y ambas chicas deciden quitarse los zapatos y sentarse en la galería del patio trasero de la casa. Nerea prepara café para las dos y los minutos se diluyen rápidamente con una de esas charlas en las que pueden hablar de absolutamente todo.

Nerea no puede parar de mirar a Aitana: sus ojos brillantes bajo las luces del patio, su sonrisa que destella en la oscuridad, y sus manos que acompañan sus historias y de ratos toman las suyas y hacen que su corazón de un vuelco. El momento es perfecto por donde se lo vea y Nerea se siente como en un sueño del que no quiere despertar porque Aitana es lo más bonito que le ha pasado en la vida y tenerla allí, tan cerca, tan feliz, tan ella la está volviendo loca.

Casi sin pensarlo y apenas dándose cuenta de lo que ocurre, la besa.

Primero es un suave roce de labios, tímido y dulce, como pidiendo permiso. Luego, al no encontrar resistencia, vuelve a unir sus bocas, tomando con ternura la cara de Aitana con una mano. Nerea siente su cabeza dar miles de vueltas pero pronto el hechizo se rompe.

Aitana se separa con un pequeño salto, los ojos muy abiertos y las mejillas rojas. Su lengua recorre sus labios en un gesto nervioso y una mano queda a medio camino hacia su boca, como si se hubiera arrepentido del gesto.

Nerea siente que su mundo se está cayendo a pedazos pero no puede arrancar palabras de su garganta.

-Tengo frío. Deberíamos entrar. ¿No?

Nerea asiente, ignora la voz temblorosa y ligeramente aguda de su amiga, y se pone de pie como si no hubiera ocurrido nada. Como si su corazón no estuviera martilleando dolorosamente en protesta contras sus costillas.


Aitana se va temprano sin avisarle a Nerea. Sin despedirse. Sin palabras. Ni una bronca, ni un reproche. Sólo desaparece.

Nerea observa desde su cama el colchón en el suelo donde su amiga durmió parte de la noche y siente en el pecho un vacío que quema en los bordes y le provoca náuseas y ganas de llorar.

¿Cómo podía haber sido tan, tan tonta?

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Hola gente!

Llevo pensando y escribiendo este fic hace bastante tiempo y estoy muy contenta de al fin poder compartirlo con todes. Se darán cuenta que está inspirado en "You Belong With Me" de Taylor Swift aunque la historia no sea exactamente igual a la que narra la canción.

Muchísimas gracias por leer.

Un beso!

PD: Por si a alguien le interesa, me encuentran en twitter como florgiOT

You Belong With Me  {ifridge}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora