Sumición

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Contra la pared... Ordené con autoridad, se había portado mal y necesitaba un escarmiento.

Después de arrancar su blusa, jugué un poco con sus pezones que al tacto de la frialdad de mis dedos endurecieron quedando estos tan duro y paraditos, una dulce invitación a ser mordisqueados y succionados.

Relamí mis labios saboreando esa sensación que provocaba en mis labios, la verdad quería empujarla sobre la pared alzar sus brazos sosteniéndolos con fuerza mientras mi boca y mis dientes torturaban sus senos y pezones, exprimirlos hasta enrojecerlos, hasta que suplicara porque parara.

Pero no... Quería torturarla dulcemente. Tomé un cubo de hielo y lo deslicé desde su nuca hasta ir descendiendo por su espalda, el agua resbalaba al irse derritiendo con el calor de su cuerpo, arranqué su Mini falda dejándola desnuda, las gotas de agua resbalaban en medio de sus nalgas y su piel se erizaba al contacto de la frialdad del agua.
Dejé caer el hielo al piso, el sonido seco hizo eco en la habitación de torturas,
materialice un látigo en mi mano derecha con el cual marque un camino desde la parte interna de sus muslos hasta su abdomen ejerciendo presión con el mango del mismo y así descender nuevamente desviándolo hasta la parte baja de su espalda y bajar lentamente hasta frotar sus nalgas con él, di dos azotes que la hicieron temblar y solo un quejido escapó de su garganta, ella sabía que no sería bueno, con descaro pase el látigo en medio de sus nalgas deslizando de a poco hasta quedar en medio de sus labios vaginales, ella paro bien su trasero obediente ante su amo.

Mi lengua lamió esas perlas de agua fría que soltó el hielo al irse derritiendo en el camino de su espalda mientras daba unos azotes en sus muslos.

_ ¿esto te gusta pequeña? Pregunté pasando mi lengua detrás de su oreja dando mordiscos a su lóbulo, su voz temblorosa al responder a su amo y esa adrenalina correr por su cuerpo frágil hacían que cada poro de mi piel traspirara placer y lujuria.

  _ ¿esto te gusta pequeña? Pregunté pasando mi lengua detrás de su oreja dando mordiscos a su lóbulo, su voz temblorosa al responder a su amo y esa adrenalina correr por su cuerpo frágil hacían que cada poro de mi piel traspirara placer y lujuria

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El Demonio de la LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora