Capítulo 2: Si la sopa dice huye. ¡Huyes!

Start from the beginning
                                    

—Nina...

Fue una simple palabra. Sentí la cálida gota deslizarse fuera de mi nariz. Tontamente toqué mi rostro solo para manchar las puntas de mis dedos de rojo, como si no supiera lo que era. Regla n° 83: siempre tiene que ser sangre lo que aparece mágicamente en mi rostro.

El intenso dolor no tardó en aparecer. De hecho, fue peor de lo que jamás antes hubiera experimentado. Primero fue en mi nariz, luego se extendió como una lanza atravesando mi cerebro. Helado y tortuoso, dulce plata que era peor que ácido para mí. Mis rodillas fallaron y caí al suelo mientras internamente gritaba en agonía. ¿Por fuera? Los cambiaformas no gritan. Nunca. Gritar es lo peor que podemos hacer. Si alguien hubiera escuchado mi grito interno seguramente lo hubiera dejado sordo.

Holland se agachó junto a mí. Me sostuvo por los hombros y me sacudió pero todo lo que podía sentir era el intenso dolor mientras sostenía mi cabeza entre mis manos. Mis uñas se clavaban dolorosamente en mi cuero cabelludo pero ni siquiera ese acto inconsciente lograba anclarme a la realidad. Holland intentó alejar mis manos para evitar que me hiciera daño. ¿Muerte por lobotomía con instrumentos de plata? ¿En serio? Olvídate todo lo que he dicho anteriormente, esta definitivamente ganaba el podio y por mucho.

Las lágrimas ardieron en mi rostro y Holland me cubrió con su abrigo en caso que perdiera el control sobre mí y cambiara. No lo haría. Había aprendido a perfeccionar mi control a pesar de mis emociones. Tan solo quería gritar y que el horrible dolor se detuviera, pero ninguna parecía una opción. Y la agonía se extendió por lo que me resultó interminable, cada segundo el dolor tan solo avanzando un centímetro más dentro de mi cabeza hasta que prácticamente pude sentir la punta del inexistente instrumento atravesar mi cráneo del otro lado.

El dolor terminó entonces. Caí sin fuerza alguna al suelo mientras por dentro no podía dejar de temblar ante la experiencia. Débilmente logré ver a Holland sobre mí, ella me sacudía por los hombros desesperadamente y llamaba mi nombre pero su voz sonaba muy lejana. Sentia la cálida sangre gotear de mi nariz. Otros estudiantes se acercaron para ver qué sucedía pero no eran importantes. Solo quería cerrar los ojos y dormir. Quería que un extraño me cargara a un lugar seguro y cálido, quería que alguien limpiara la sangre de mi piel con su pañuelo mágico y luego durmiera toda la noche conmigo asegurándose de espantar mis pesadillas.

Me dejé ir.

Sí, patético, aunque no tanto si sabes lo que es experimentar una maldita lobotomía mortal. ¿En serio? ¿La gente seguía haciendo eso? ¡Alguien había querido torturar esa pobre mujer hasta la muerte! Y cuando desperté en la enfermería no sabía si llorar por lo que había sucedido o buscar al maldito responsable y hacerlo pagar.

—¡Nina!

Holland prácticamente saltó sobre mí y me abrazó hasta asfixiarme. ¿Por qué la gente siempre hacía eso? ¡Tenía más posibilidades de morir por el abrazo de mi amiga que por experimentar la muerte de otro! Mi cuerpo se sentía demasiado débil y agotado, por unos segundos la enfermería dio vueltas a mi alrededor y consideré la opción devolver a recostarme en la cama pero un maldito mareo no me haría bajar la cabeza.

—¿Cómo demonios terminé aquí? —pregunté frotando mi cabeza.

—Te desmayaste.

—¿En serio? No lo había notado —respondí sarcástica y Holland rodó sus ojos.

—¿Tienes idea de cuánto me asustaste? ¡Creí que te había pasado algo grave! Tuviste suerte que una pareja me ayudara —dijo ella y unas traviesa sonrisa tiró de sus labios—. Él era ardiente. Como, realmente ardiente. Es una lástima que la chica haya sido tan dulce como para no poder decir que es una perra y tenerle envidia. Además, creo que él era de mi tipo.

Ni lo pienses (Trilogía Nina Loksonn #1)Where stories live. Discover now