Descubrí quien soy realmente.

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Una vez llegamos a donde estaba el resto de nuestra familia, vi como algunos abrazaban a mi padre con una sonrisa, otros le gritaban cosas y mi madre se reía.
A un lado de todos, junto a ellos, pero en realidad alejado del resto, estaba Ethan, que fijó su vista en mi nada más llegué, le aguanté la mirada y el levantó su ceja. Las cosas estaban menos tensas, ahora simplemente nos limitábamos a ir cada uno por su lado, ignorando al otro. Pero yo sabía que en realidad eso no era lo que ninguno de los dos quería. Sabía que por mucho daño que me hubiera hecho y que por muy mal que yo me pudiera haber sentido con ello, el era el que estaba hecho mierda. Sabía que se odiaba a si mismo por como me había tratado y por como me había hablado.

El otro día no podía dormir, pero me limité a tumbarme con los ojos cerrados, porque no perdía nada con intentarlo. Estaba de espaldas a la puerta de mi habitación, pero pude oír perfectamente cómo alguien la abría y se acercaba a mi cama. Iba a abrir los ojos cuando reconocí su fragancia; los demás siempre se quejaban de que se ponía demasiada cantidad, pero yo ya me había acostumbrado y hasta me calmaba cuando entraba en pánico y el me abrazaba para relajarme.
Se sentó a mi lado y sentí su mirada en mí rostro. Lo escuché suspirar y luego su mano se posó en mi cabeza, acariciando mi pelo.
<Lo siento. No sabes cuánto lo siento.> Fue lo único que dijo. Sorbió su nariz y ahí me di cuenta de que estaba llorando.
Se quedó cinco minutos más así, acariciándome, antes de levantarse y salir.

Alejé esos recuerdos de mi mente y me centré en abrazar a mi padre felicitándole por el buen trabajo hecho otro año más.
Después de que el grupo se dispersara, me fui lo más rápido posible a buscar al chico de ojos verdes. Aproximadamente diez minutos después, lo encontré con su primo, hablando y mirando a su alrededor. No esperé ni un segundo más y me acerqué a paso rápido.

-¿Podemos hablar? -ambos se callaron en cuanto escucharon mi voz. Me miraron, los dos con diferentes expresiones faciales. Uno me miraba con temor, sorpresa y vergüenza, todo en uno, el otro frunció sus cejas y me miró enfadado, entrecerrando los ojos. Yo miré a este último esperando que entendiera mi indirecta bastante directa y se largara. Pero no lo hizo. -A solas. -enfaticé.

-No lo creo, lo que tengas que decirle lo puedes hacer delante de mi. -cruzó sus brazos y su ceja se levantó.

-Déjalo Ashton, solo serán unos minutos, estaré bien. -él dijo en un suspiro, en un intento de calmar a su primo.

-Pero... -su réplica se vio interrumpida.

-Ashton. -eso bastó para que se callara y bufara molesto. Ashton asintió enfurruñado y empezó a andar. Cuando pasó por mi lado izquierdo, chocó nuestros hombros aposta, con fuerza y enfado, lo cual era gracioso, porque yo le sacaba tres años y obviamente tenía más fuerza que el, porque mi cuerpo estaba más desarrollado que el suyo.
Una vez nos quedamos a solas, el bajó la mirada en un gesto de sumisión a la mía, que no había apartado de el desde que había llegado.

-¿Podemos ir a un sitio más relajado? -su asentimiento de cabeza bastó para que yo empezará a andar detrás de él. No llegamos muy lejos cuando alguien se tiro encima mío con un grito muy agudo que estuvo a punto de explotar mis tímpanos.

-Alec cariño, que bien que estás aquí, hacia mucho que no te veía. -la chica rubia me besó la mejilla cuando acabó de hablar. Joe, que había parado de andar, la miró a ella y luego a mi con seriedad. Pude ver con claridad el momento en el que su mirada se oscurecía lentamente en profunda tristeza.
Ambos sabíamos quién era ella. Fue mi lío de verano el año pasado, uno que el había presenciado con claridad, cada vez que quedábamos todos en grupo.

Guerra de FamiliasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora