Sobre las tradiciones

Comenzar desde el principio
                                    

Era víspera de Navidad, y mis padres decidieron romper cualquier tradición: no estarían para tal fecha. Irían a una reunión que resultaba ser muy importante; y yo me quedaría sólo en casa, en compañía de Jarvis y mis juguetes robóticos. Me resultaba un fastidio, y aunque no quería admitirlo me entristecía cenar solo. Mi recompensa, sin embargo, fue conocer al Capitán América en persona. Lo recuerdo perfectamente, como si fuera ayer.

Cuando él llegó a casa, mi padre estaba al teléfono. Fue mi madre quien le dio la bienvenida, y después, salió disparada a la cocina para traerle un té. El capitán se quedó de pie en la sala, dónde mi padre, tras saludarle con un cabeceo, continuó su charla al teléfono. Yo estaba medio escondido tras la puerta que daba al vestíbulo. El capitán vestía su uniforme militar y se mantenía tan recto e impasible, que me dio miedo acercarme. Era más impresionante en persona que en las fotos. Alto, atlético, dolorosamente guapo. Nunca me había sentido inseguro por mi guapura, pero confieso que ese día no pude evitar pensar que él me superaba por mucho. Ese hombre, pensé, es una afrenta, un motivo para la depresión de cualquier hombre.

Fue él quien propició nuestro encuentro. Me descubrió en mi escondite y, tras sonreírme suave y mortalmente, me saludó.

—Hola—me dijo y yo salí de detrás de las cortinas e intente corresponder a su sonrisa.

—Ho-hola—contesté sintiendo que mi IQ estaba en los suelos. ¿A qué se debía mi timidez?

—Ah, Steve—mi padre colgó el teléfono entonces, se puso de pie y palmeó el brazo del capitán— Te presento a mi hijo, Tony. Tony, él es Steve Rogers.

—Un gusto, Tony—el capitán me tendió la mano.

—Igualmente—murmuré al tiempo que estrechaba su mano, y en ese preciso instante sentí que mi rostro enrojecía.

—Es tu fan—dijo mi padre burlándose de mí—. Tiene todos tus comics... deberías ver su habitación, tiene las paredes tapizadas de afiches tuyos.

—No es verdad—dije—, se nota que hace siglos que no entras a mi habitación.

—Pero tienes tu capi-colección ¿o no?

Enrojecí un grado más. Me sentí avergonzado, mi padre me estaba avergonzando delante de mi héroe. Puedes entender que, entonces, me enfadé con él. El capitán, sin embargo, aligeró las cosas al reír un poco y sujetar el hombro de mi padre.

—Vamos, Howard, déjalo en paz. Me parece que debemos irnos ya.

—Sí, claro. Deja voy por mi mujer. Nunca te cases, Steve, no llegarás a tiempo nunca más.

—Bueno, nunca he sido muy puntual, Howard...

Cuando me quedé solo con él, el nerviosismo me atacó. No sabía que hablar, quería decirle que me firmara algunas cosas, pero estaba cohibido y más, por culpa de mi progenitor. Intente, eso sí, pretender que estaba la mar de bien y que la presencia de ese gran hombre, ese hombre que era una maldita leyenda andante, no me afectaba en nada.

—¿Irás con ellos?... quiero decir... ¿Irá con ellos, Capitán?

Él me sonrió y asintió levemente.

—Sí, al parecer también fui invitado.

—Me lo imagino—ese año todo mundo lo invitaba a todos lados. Ya había ido a la Casa Blanca, donde el presidente le había dado la bienvenida de nuevo a casa, miles de eventos oficiales, una inauguración de una exposición permanente sobre él en el Smithsoniano y a la develación de una estatua suya en Nueva York... ya sólo le faltaba ir a algún programa de cocina.

Mamá y papá volvieron en ese momento, y se lo llevaron sin que yo pudiera preguntarle más. Lo cierto es que, aunque hubiera querido, no tenía las palabras para hacerlo. Era y soy un tonto cuando estoy frente a él. Supongo que hay cosas que no cambian ni lo harán, y esa es una.

Esa noche, recibí la segunda llamada importante de mi vida. Contestó Jarvis, estaba un poco molesto porque interrumpieron su quehacer con el pavo, dicho sea de paso, innecesariamente enorme; pero su semblante cambió mientras hablaba. Me pasó el teléfono con un gesto que me preocupó. Mamá y papá habían tenido un accidente, más que eso, habían sufrido un atentado. Estaban bien, excepto por un par de rasguños y contusiones, gracias a que en el asiento de atrás iba el capitán. Él había detenido al mercenario después un largo y difícil enfrentamiento a manos desnudas con el susodicho.

Más tarde, sabría que aquel "villano" no era más que otro miembro del antiguo grupo de amistades de mi padre: el sargento Barnes, quién había sido capturado por el enemigo, y al que habían lavado el cerebro y modificado, para que se comportara como un arma letal. El capitán logró someterlo y capturarlo. Desde ese momento, "Bucky", como lo podan, estuvo en recuperación por muchos meses, antes de volver a ser él mismo. Pero esa es otra historia. 

-+-+-+-+-+-+-+-

Espero que les  haya gustado.

Yo pienso fervientemente que de haber estado Steve, el Soldado del invierno no habría matado a los padres de Tony. Y no hay fuerza humana o no que me haga pensar lo contrario jaja

¡Nos estamos leyendo! 


SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora