Volando entre cada nube y destello de la vida, entre cada soplo de viento y movimiento de la tierra, mientras el destino quisquilloso preparaba un encuentro, mientras se cocinaba un latir especial, mientras las pulsadas aceleradas anunciaban la química fluyendo en sus corazones.
Cada lucero brillante y dominante que penetraba mis sentidos con esos ojos. Esos ojos que pusieron a temblar mis palabras. Esos ojos que le exigían suspiros a mi ser. Esos ojos que de la tierra despegaron mis pies.
Ese simpático sonreír, buscando más de lo que estaba por venir, como cada fruto esperando su perfecto rayo de sol para gozar del vivir.
Y elevándome en esa mágica conexión, entre mágicas sensaciones, despertando corazones, después, antes que al mío, esa noche fue tema de conversación entre la luna y el sol.
Una danza, entre las luces de las luciérnagas, entre dos seres que suplicaban terminar con el espacio que los separaba, para unir movimientos formando el ritual de la luz. Una pista formada en plena calle, en la avenida se formaron pétalos y bosques para conocer la dilección entre sus almas.
Entre el sabor a pastel, la suavidad de sus labios y los nervios hechiceros, no hubo mejor remedio que suspirar, guardar como se guardan las recuerdos vividos. En el cajón más profundo del corazón, trayéndole firmemente con una sonrisa afortunada, palpando sinceramente su frente, sin poder creer en la belleza de su mirada coqueta pero inocente, su figura radiante y su amor tan puro, inigualable.
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