¿Nos vamos de boda?

Start from the beginning
                                    

-       Matteo, para por favor…

-       ¿Por qué? ¿No te gusta? – dijo él mezclando la ternura y la lascivia de una forma muy sexy.

-       Demasiado…

-       A mí me vuelve loco – contestó él descendiendo cada vez más.

-       ¡Señor Venanzi! – gritó una mujer con fuerza desde el pasillo - ¡Señor Venanzi! ¡Tengo que hablar con usted!

La situación ya comenzaba a adquirir una temperatura considerable cuando aquella señora, con su voz chillona y desquiciante, llegó justo a tiempo para arruinar el momento y de paso, enfriar el ambiente.

-       Sí, voy a tener que abrir – dijo Matteo con resignación.

El futbolista se incorporó y se volvió a poner la camiseta, que hacía un instante se había quitado. Después fue al baño y se lavó la cara con agua fría para aplacar el sofoco que llevaba. Finalmente agarró el picaporte y tiró de él quedando con aquella señora cara a cara.

-       ¿Qué demonios quiere? – dijo Matteo desganado.

-       ¡Oh! – gritó la señora escandalizada. - ¡Pero qué desconsiderado! Y qué poca educación – dijo llevándose una mano al pecho para darle a entender al futbolista que se sentía profundamente ofendida.

-       Mire, si viene a echarme en cara mi falta de educación, le ruego se ahorre las molestias y se vaya por donde ha venido. – dijo él tratando de sonar lo más respetuoso posible. Aunque con gusto hubiera estrangulado, metafóricamente, a aquella mujer tan cargante.

Ella le dirigió una mirada altiva, a estas alturas de su vida no se iba a dejar intimidar por un crío como éste.

-       Que sepa usted, que estos tres caballeros – dijo refiriéndose a los empleados del hotel – estaban cotilleando detrás de su puerta.

Los aspirantes a paparazzi casi se arrastraban por el suelo suplicantes. Matteo les observó con curiosidad.

-       Pero viendo que sus modales son incluso peores que los suyos – señaló a los tres jóvenes que había al lado del umbral – ni tenía que haberme molestado en informarle. – le recriminó la señora haciendo gala de una terrible indignación. Después sacudió su melena teñida de amarillo pollo cual modelo de Pantene y se marchó a su habitación, dejando así a los empleados a merced de la voluntad de Matteo Venanzi.

Yo, desde la puerta del baño, pude observar como tres chicos bastante jóvenes se arrodillaban delante de Matteo pidiéndole perdón de mil maneras posibles. Pero Venanzi, lejos de enfadarse, estaba disfrutando mucho la escena. Se le veía divertirse tanto, que cada vez le costaba más reprimir las carcajadas.

-       ¡No diga nada! ¡Por favor! – suplicó uno de ellos  abrazándose a las rodillas de Matteo.

-       ¡Es que oímos a la señorita gritar! – dijo otro señalándome con la cabeza. – Sólo queríamos asegurarnos de que estaban ustedes bien.

-       Ya… Entiendo – dijo Matteo recordando el grito que había soltado Inés al ver al grillo.

-       Por favor, le daremos lo que usted quiera, pero no diga nada…

-       ¡Nos despedirán si lo hace! – dijo el más alejado de la puerta casi llorando - ¡¿Y qué le diré a mi madre?!

-       Pues que te han despedido. – dijo Matteo como si nada, a sabiendas de que aquellos chicos estaban cada vez más asustados. El futbolista solo les estaba castigando un poco por su comportamiento, pero no pensaba chivarse a la dirección del hotel. Tal vez pudiese aprovecharse de la situación…

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Where stories live. Discover now