— ¿Por qué lo dices? —Cuestiono. Él posa una ligera sonrisa en sus labios.

—Mira que pensar en los sentimientos de otras personas antes que en los tuyos, anteponer la felicidad de personas totalmente desconocidas para ti antes de pensar en la tuya, solo hace que me dé cuenta de algo.

— ¿De qué? —Cuestiono casi en un susurro.

—Me hace darme cuenta de lo afortunado que soy de tener a una mujer como tú a mi lado, y de lo mucho que he comenzado a quererte.

WILLIAM

El brillo que se presenta en los ojos de Anna hace que me sienta aliviado, ya no quiero seguir engañándome más. Porque vamos, esta mujer ha logrado cautivarme por completo.

En los meses que habíamos convivido, la conexión entre ambos parecía haberse vuelto más intensa. La quería, maldición, claro que la quería y no deseaba callar ese sentimiento por más tiempo.

Ella tiene que saberlo.

— ¿Estás hablando en serio? —Cuestiona.

—Más serio que nunca —una ligera sonrisa se apodera de mis labios —Te quiero, esa es la verdad y no quiero seguir ocultándola.

Ella sonríe y me envuelve en sus brazos, pasan unos segundos en donde disfruto la sensación de poder tenerla entre mis brazos.

—Yo también lo hago —mi corazón parece sufrir un maldito colapso en esos momentos. La forma en la que me mira, la manera en la que sonríe, me vuelve loco.

Me hace sentir afortunado, como el hombre más suertudo sobre la faz de la tierra.

—Sé que nuestro matrimonio no se dio en las mejores condiciones —susurro —estoy plenamente consciente de que ninguno de los dos estaba enamorado cuando esto comenzó y, no quiero decir que ahora estés enamorada de mí, pero...—Anna suelta una leve risa cuando nota la rapidez con la que hablo. —A lo que quiero llegar, es que, sin importar la forma en la que este matrimonio se haya dado, puedes tener la seguridad de que lo respetaré.

Algo cambia en su mirada, me observa con una intensidad con la que probablemente no lo ha hecho antes.

—No habrá otra mujer en mi vida, quiero que tengas la seguridad de eso —pronuncio —Anna, no voy a fallarte. Mereces mi respeto, lo mereces completamente y no voy a romper la promesa que hice en el altar.

—Yo tampoco lo haré —susurra de vuelta —es muy pronto para hablar de enamoramiento, pero...—se detiene por un par de segundos, jugando con las puntas de su cabello —pero te he tomado aprecio, te quiero, Will. Y eso es suficiente para que no exista alguien más.

Algo estalla en mi pecho, al mirarla cerca de mí, observándome con una mirada sincera, genuina.

—No creí que este momento llegara —confieso apartando la mirada de ella —creí que lo máximo que podíamos llegar a ser, era ser buenos amigos.

Ella emite una leve risa.

—Sí, bueno, en la mía íbamos a ser enemigos siempre.

—Creo que me gusta más la idea que yo tenía —bromeo. —eso de ser enemigos no iba a resultar muy bien.

—Uno de los dos iba a convertirse en viudo tarde o temprano —comenta con burla consiguiendo que una carcajada abandone mi cuerpo. Cuando ha pasado, la observo nuevamente, extiendo una de mis manos, deslizando las yemas de mis dedos por el contorno de su rostro.

Ella cierra los ojos, y entonces me permito admirarla un poco más. Paso uno de mis pulgares por sus mejillas, sintiendo la suavidad de su piel. Cuando abre los ojos nuevamente, es todo lo que necesito para saber que necesito besarla.

No lo hago de inmediato, mi vista viaja desde sus ojos hasta sus labios, me acerco a ella, con lentitud, su aliento choca contra mi rostro mientras me encuentro a milímetros de distancia. Siento la electricidad invadirme, el sentimiento de absoluto bienestar me llena por completo y no me resisto ni por un segundo más.

Coloco las manos a los costados de su rostro, antes de besar sus labios. Nunca me cansaré de hacerlo, me encanta en todos los sentidos. He estado con muchas mujeres a lo largo de mi vida, pero ninguna de ellas ha logrado ponerme como Anna lo hace. Ninguna había conseguido causar una revolución en mi interior.

No había sentido esto, la necesidad de tenerla cerca, el sentimiento de locura que ocasionaba en mi cabeza cuando no sabía de ella, o con el solo hecho de tenerla lejos. Anna se había convertido en una pieza fundamental de mi rompecabezas, la única pieza que me hacía sentirme completo.

Y la confusión que eso me proporcionaba a la vez, no me dejaba tranquilo. No entendía como en el poco tiempo, había conseguido desarrollar sentimientos intensos hacia ella.

Necesito más de ella. La necesito ya.

Me incorporo por unos momentos interrumpiendo nuestro beso, tomo una de sus manos para atraerla hacia mí y cuando logro mi objetivo rodeo su cintura con una de mis manos mientras con la otra sujeto la parte trasera de su cabeza y la beso nuevamente. Suelto un leve quejido cuando ella muerde mi labio inferior y a eso le sigue una risa de su parte.

Ella se deja caer sobre la cama nuevamente y me mira con una sonrisa pícara, me coloco sobre ella y ataco sus labios nuevamente. La ropa ha comenzado a estorbar por lo que tomo los bordes de su blusa y se la quitó, el bonito sostén de encaje azul me da la bienvenida y sonrío al admirarla.

Me quito la camiseta rápidamente y vuelvo a besarla, el hecho de que Anna traiga puesta una falda me facilita el trabajo al momento de quitársela. Ella toma los botones de mis pantalones y me ayuda a deshacerme de ellos.

Me dirijo a su cuello, ella suelta un suspiro en cuando comienzo a repartir besos desde su cuello hasta el borde de su sujetador. El jadeo que emite es suficiente para conseguir volverme loco, cuando estoy por deshacerme del sostén, la puerta de la habitación se abre.

Movimiento suficiente para que la atmósfera que se había creado entre nosotros, explotara por completo.

— ¡Oh, Dios! — El grito de John hace que pegue un salto, Anna suelta un grito e intenta cubrirse con las sábanas. Miro en dirección a la puerta y veo a John cubriéndole los ojos a Sky mientras ambos salen de la habitación y cierra nuevamente la puerta.

—Maldición —suelto un gruñido mientras lanzo una sonrisa avergonzada hacia Anna —Lo siento linda.

Luego de la sorpresa, una larga carcajada abandona su cuerpo.

—No, no hay problema —responde entre risas.

— ¡John Cooper, por algo existe el timbre! —Grito mientras tomo una sábana y trato de ocultar el bulto en mi entrepierna.

No pasa mucho rato hasta que la puerta se abre nuevamente y por ella entra mi mejor amigo y mi sobrina. ¿Qué puedo decir? Ya la amo.

— ¿Ya me entiendes? —cuestiona con una ceja alzada y una sonrisa burlona en su rostro.

— ¿Qué es lo que quieres? —Cuestiono.

—Necesito hablar contigo.

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Amor por Contrato[SAV #3]  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora