Acto 2: Misterios. (Editado)

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... Deseaba continuar con el legado de las monjas, pero amplificarlo, deseaba recoger todos esos niños desamparados y devolverle a la sociedad profesionales, pero, ella era una vela soñadora y la apagaron. —Chilló.

Las gotas se deslizaban en sus mejillas, Raguel hacía el intento de no ahogarse en sus palabras.

Le ofrecí la toalla que colgaba en su puerta, la aceptó y al mismo tiempo que se secaba también la presionaba contra su pecho.

—La apagaron Kerry, era la chica más bella y pura jamás vista y la apagaron... —Le faltó el aliento en las últimas palabras. —Las fiestas del carnaval llegaron al pueblo y esa noche una de las puertas del instituto quedó abierta, pues las monjas estaban cansadas después de los actos para las niñas; Un grupo de ebrios entró y encontraron los dormitorios.

Apretó en sus puños la toalla, sus ojos ya estaban rojos y derramando lágrimas por sus mejillas.

—... El único lugar con algunas luces encendidas...
Entraron... E intentaron violarla, ella se defendió, pero al final... —Se le escaparon varios sollozos y limpio si nariz. —Al final rompieron una botella y en un intentó de salvar su virtud...  La apagaron... Apagaron mi radiante flor.

—Lamento mucho escucharlo hasta ahora, eso pasó hace mucho tiempo y se nota que te duele.

—Yo no tenía ambiciones, para mí la monotonía estaba bien, pero ella me hizo ver que si podía ser el mejor en algo, debía serlo. Y así, me esforcé por el puesto de Arcángel. Y ahora... ¡Lo perdí! —Golpeó nuevamente la mesa.

El momento se me hizo incómodo, yo nunca había vencido mi propia tristeza ¿Cómo ayudaría a otro? Es una locura.

Coloqué mi mano en su hombro, en un agarre fuerte para inspirar confianza.

—Reuniré las pruebas y recuperarás tu rango. Sólo necesito la ayuda de Miguel.

—¿Qué harás? —Me preguntó.

—Esos libros perdidos deben estar en alguna parte y me parece extraño que el director estuviera esa noche ahí, a esa hora. A mí me parece muy turbio.
Además, me parece una injusticia tirarle la culpa al perro más flaco.

—¿Lo estás culpando?

—No, le estoy escribiendo una poesía ¡Pues claro que lo culpo! —Me apresuré a decir. —Y te mostraré que tiene los libros.

Lo prometido, fue deuda y yo pagué

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Lo prometido, fue deuda y yo pagué. Miguel se reunió conmigo al día siguiente.

Esperé que se acercara mas a Raguel y a mí, ya que le había ofrecido una amistad que de seguro le falta. Sin embargo no fue así y los días continuaron como si nada hubiese pasado.

Antes que se ocultara el sol, Miguel salía por la puerta del frente con rumbo a los estacionamientos, donde se encontraba su auto.

—¿No es un poco pequeño para ti? —Utilicé la pregunta como recurso para romper el hielo.

Ángel Oscuro| Hijos Del Cielo IWhere stories live. Discover now