Se puso de pie con cuidado de no tropezar y anduvo hacia la ventana; se notaba extraño y destemplado, sintiendo frío y calor a la vez como cuando alguien tiene fiebre, más era su cabeza lo que estaba realmente fuera de lugar. No sabia que pensar de la incursión de aquella presencia en sus sueños... si eso si solo había sido había sido un sueño. Su cabeza estaba apunto de estallar.

Un fogonazo de entendimiento, cayo en la cuenta de que notaba algo distinto.

Algo había cambiado.

Plegó sus alas negras, y concentró su gracia en percibir su alrededor, el Cielo y la Tierra juntos. Fue entonces que lo sintió. Una pequeña palpitación, una perturbación en el cosmos. Algo nuevo había surgido en la tierra, y era poderoso.

Tomo una camisa de su armario y se la puso al vuelo, lanzándose de su balcón. Abrió sus alas negras mientras caía y las agito con fuerza, volando hacia la torre de Michael. Al llegar guardo sus alas, un ángel raso en la entrada le hizo una reverencia y le abrió la puerta. Camino por los pasillos viendo a ángeles menores correr de un lado a otro nerviosos; murmurando y gritándose órdenes unos a otros. Al menos no era el único con los nervios a flor de piel, aunque la agitación se convertía en algo normal en el Cielo. Con la caída de los ángeles traidores décadas atrás las cosas se habían tornado más complicadas en el Cielo. Más aun con el averno que se creo en las entrañas del mundo, de donde surgieron millones de retorcidas criaturas, creadas por el caído para corromper y destruir la obra más querida de Padre. Fue entonces que los ángeles se desempeñaron por completo como guerreros y guardianes de los humanos.

Llego a la puerta de cristal opaco y entro sin llamar. En la sala estaban reunidos ya sus demás hermanos, tan enfrascados en su acalorada discusión que no notaron su llegada.

-Las guarniciones no han encontrado ninguna anomalía durante sus guardias en la Tierra- dijo Samuel revisando varios papeles que se encontraban esparcidos sobre la mesa.

-Tampoco ha habido mucha actividad por parte de los demonios- informo Gabriel- Todo ha estado dulcemente tranquilo.

-Eso es inusual- Rafael hizo una mueca- Considerando que las aberraciones de Lucifer caminan por la tierra a su gusto.

Michael se tenso, apretando sus puños en una rabia helada. Sus ojos verdes no auguraban nada bueno.

-¿Entonces de donde viene la perturbación?- cuestiono Raziel, intentado apartar cualquier pensamiento doloroso de su hermano mayor- Todos lo sentimos.

-Ese es el problema- musito Gabriel- ¿Por qué todos lo sintieron? Incluso los ángeles rasos saben que algo ocurrió. Una manifestación de tal magnitud es lo que debería preocuparnos antes.

-Un milagro que nos brindes tu presencia, Alexander- interrumpió Rafael. Los ángeles se giraron al recién llegado. Alec saludo con una leve inclinación y tomo su lugar en la mesa.

-¿Qué ha pasado?- pregunto Alec ignorado a Rafael.

-Hace una hora en la Tierra un temblor asoló varios pueblos humanos. Hubo muchas bajas, las parcas fueron informadas y están haciendo la recolecta de almas. Los ángeles que estaban vigilando señalaron que no fue obra de la naturaleza...- dijo Samuel pasándole los reportes.

-Desde entonces se ha sentido una presencia- completo Raziel- Nadie sabe que es que es con exactitud. O de donde viene.

-Es como tener un mosquito en el oído que no podemos ver-opinó Gabriel.

-¿Han bajado a investigar?

-Se mandaron tres guarniciones hace poco- murmuro Samuel- Aun no ha regresado ni una.

El Ángel y la Princesa del Infierno de Rosas (Alexander Lightwood)Where stories live. Discover now