4. Extraños pensamientos, insólitas consecuencias

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Una sonrisa altanera se dibujó en su rostro, agrandando aún más sus redondos cachetes.

–Creí que te quedarías consolando al inconsciente Weasley –soltó, increíblemente complacido.

La oyó gruñir por debajo, lo que aumentó su satisfacción. ¿Por qué hacerla enfadar era tan delicioso?

–En primer lugar, no fue para tanto. Mañana saldrá de la enfermería a primera hora. En segundo lugar, si bien te detesto por aplastarlo como un gusano, en cierta medida se lo buscó.

Draco abrió los ojos desmesuradamente, incrédulo de que su némesis femenino le estuviera otorgando algo de razón.

–En fin –continuó ella–. Tenemos que buscar mucha información para este trabajo, así que mejor te haces a la idea de esforzarte, porque no voy a regalarte una calificación –espetó severamente, entregándole un pequeño pergamino con unas palabras anotadas en él.

–¿Qué es esto?

–Son tu parte de los libros que debemos revisar para la investigación de transmutación humana.

La miró ceñudo. No le gustaba para nada recibir órdenes, menos de una gryffindor, menos de ella.

–¿Y por que éstos? Déjame ver los tuyos.

Hermione se encogió de hombros y le pasó su papelito, el cual leyó a una velocidad impresionante.

–Yo voy a revisar estos, tú chequea los otros.

–Como quieras –suspiró cansada, rodando los ojos–. Pero tenemos una semana y media, no podemos perder el tiempo.

–Ajá.

Se levantaron al unisono para ir a los estantes a recolectar los primeros libros de su respectivas listas, y luego volvieron a sus asientos con una tremenda exhalación del que tiene un largo camino por delante. Él no lograba entender porqué se sentía tan cómodo con la presencia de la castaña, la cual parecía hipnotizada por el libro que estaba leyendo, completamente ajena a todas las complicaciones mentales que estaba experimentando en aquellos minutos.

"¿Qué diablos me está pasando?" se reclamó furibundo.

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Una semana había transcurrido desde que cada tarde, exactamente a las diecinueve horas, se encontraban en aquella mesa junto a la ventana de la biblioteca. Un slytherin y una gryffindor se reunían con el objeto de trabajar juntos en una larga investigación para su clase de transformaciones, un deber que ya se había hecho costumbre, rutina, casi natural para ambos.

Aunque no lo confesara abiertamente, Draco había admitido para si mismo que la compañía de la odiosa de Hermione Granger no le era para nada desagradable. De hecho, su tregua provisional le había permitido charlar con ella sin verse en la urgencia de insultarla y atosigarla solo para mantener las apariencias. Así las cosas, corroboró personalmente que la muchacha era demasiado inteligente para su edad, y no solo eso, sino que también era bastante simpática, aunque jamás se lo diría.

Tampoco aceptaría a viva voz que a eso de las seis ya estaba ansioso por ir a verla, ni que en el último tiempo había recibido encantado un par de sonrisas sinceras de su parte. ¡Menos le diría que le encantaba que los ojos se le achinaran al hacerlo! "Definitivamente me volví loco. Estúpida poción" sentenció ofuscado por ese mar de confusiones que se estaba formando en su cabeza.

Sin embargo, había un detalle que lo atormentaba aún más, algo que le rondaba los pensamientos y lo extrañaba hasta el fondo. Y ese hecho era que ella lo miraba como si no hubiera nada malo en su apariencia, lo cual era raro, pues no podía ser tan ciega y tenía millones de razones para ser tan apestosa como el pobretón frente a su condición.

¿Malfoy?Where stories live. Discover now