Capítulo 27: Quemaduras

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— ¿¡Mató a su propia hermana!?

    Y ahí, el recuerdo en Andy aparece, el causante de su pacífico descanso por dos noches y de su sonrisa alegre.

    Todos en la casa están ocupados haciendo sus quehaceres: Amy arregla sus flores en su jardín, pretendiendo que queden más bellas de lo que son, sacando las malas hierbas, hojas y ramas secas. Chris desempolva los estantes repletos de libros de su oficina para organizarlos por orden alfabético y géneros literarios. Y Andy está en la cocina, hirviendo una olla llena de agua para hacer spaghetti.

    A un lado de Amy se encuentra aquel pequeño ser, de tan solo 7 meses, en la saltarina para bebés: se distrae con los juguetes colgados arriba de ella y hace sonar los animales en la pequeña mesita de plástico, permitiendo a la madre darle su atención al jardín. Sin embargo, solo dura un momento cuando la bebé hace invocar algo dentro de su pañal.

—Uff pero que fétido. —Comenta Amy dirigiendo su mirada a la bebé que comienza a llorar por la molestia que siente—Es mejor que te cambie de pañal mi pequeña Erika.

    Se levanta del césped, sacándose los guantes para tomarla en brazos y adentrarse a la casa. Justo al estar por subir las escaleras a la segunda planta, el sonido del teléfono la interrumpe, dándole aviso de una llamada para acercarse con rapidez y responder. Reconoce la voz proveniente de la otra línea: es un asistente de su trabajo, comunicando noticias sumamente importantes. Rápidamente llama a Andy para ordenarle que lleve a su hermanita al baño para limpiarle lo sucio y cambiarla de pañal, a lo que él la toma apenas en brazos, al solo tener 8 años de edad no tiene tanta fuerza para tomar a una cría, aunque la bebé tiene apenas 6 meses y puede tener algo de ventaja al ser algo pequeña y delgadita.

    La bebé llora con intensidad en los brazos de Andy, provocando que su paciencia se agote. En vez de dirigirse hacia arriba según lo mandado por su madre, se dirige a la cocina por la sencilla razón que, si subía las escaleras con ella en brazos, se tropezaría como la última vez que intentó llevarla a la habitación y conseguiría el reproche de sus padres y el desesperante llanto de ella nuevamente. Así que, para evitar ese problema, se adentra en la cocina para posicionarla dentro del lavavajillas y sacarle su vestimenta. 

—Ya cállate Erika. ¿Por qué lloras por todo? Te estás manchada con tu propia popó, solo te deben limpiar y listo.    

    Se queja Andy, mientras lucha para poder sacarle la ropa. Sus cejas se fruncen y su mandíbula se tensa al ver que su hermana no deja de removerse y llorar, sumando que la tolerancia que queda en él se agote.

—Erika, me estás colmando la paciencia.

    El olor a excremento entrar por sus fosas nasales fue la gota que rebalsó el vaso

— ¡Tonta hermana, basta!

    La sacude como si fuera un peluche, consiguiendo el susto y desesperación de la bebé; los enfurecidos ojos azulados de él se dirigen rápidamente a su alrededor, buscando alguna manera para que se calle. Estos aterrizan en las burbujas explotando y el vapor emanando de la olla, indicando que el agua está lista para colocar la pasta, pero esta vez, no sería aquello lo que caería ahí dentro.

—Está listo tu baño hermanita.

    Una sonrisa siniestra se forma en los labios rosáceos de él mientras se acerca a la olla y la adentra con rapidez, siendo seguido de colocar la tapa en su lugar.

—Disfrútalo.

     Con la misma rapidez con la que se quemaba la delicada piel de un pequeño ser, es la misma con la que él sale de la casa. Con los puños cerrados, ojos ardiendo, y latidos a mil por segundo, corre con prisa adentrándose al bosque y escuchando, cada vez menos, el grito desesperado de cierta madre atemorizada.

Andy, Andy... ¿Estás aquí? [Andy Biersack]Where stories live. Discover now