Parte única

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Nunca comprendió el pensamiento de los humanos. Les observaba hacer y deshacer, siempre yendo en un sentido contrario aunque deberían de ir al opuesto. Nunca entendió del todo el significado de añoranza, felicidad, odio, amor o venganza. Para él nada tenía sentido. Nacer en un seno familiar frío y ambiguo fue duro. Así como no comprendía el comportamiento humano tampoco lo hizo con el de su mundo.

Él, hijo de Hades, rey de los muertos y de Afrodita, la diosa del amor. Un bastardo nacido de una de las tantas fiestas desenfrenadas de los dioses. Pero, así como existían ellos, también lo hacían criaturas mágicas. En su mundo no existían tantas reglas como en él de los humanos, salvo una, no podía enamorarse de un híbrido metal.

Lástima que su nacimiento estuviera marcado por la desobediencia a la regla.

Al principio pensó que aquello jamás lo sentiría. ¿Amor, tristeza o rencor? No, su corazón estaba muerto. Hasta aquel día. Cansado de las peleas entre su padre, madrastra y hermano mayor, descendió al mundo humano. Se mezcló, gracias a su continuo acercamiento con ellos logró la apariencia de un chico universitario de veintidós años.

Observó con curiosidad como estos se disfrazaban de vestimentas antiguas, monstruos o personajes de televisión. Algunos muy realistas y otros sumamente divertidos o ridículos. Las fiestas eran casi igual a las que estaba acostumbrado, así que se coló a una usando los encantos heredados por su madre. La curiosidad era más fuerte. En aquella fiesta había de todo, humanos disfrazados, criaturas y algunas deidades. Todas conviviendo bajo la protección de noche de brujas, Halloween o muertos, como los humanos nombraban a aquella celebración.

Su iris se movía de aquí para allá, observando los juegos, la forma en la cual bailaban, tomaban, decoración y música. Era divertido y un tanto extraño. Reía discretamente cuando algo le parecía divertido. Sin embargo, la fiesta no fue el acabose, sino lo que se encontraba tras la barra. Por primera vez su corazón latió desquiciado. Sus ojos no pudieron despegarse de aquel chico. Era atrayente, hechizante, pensó que se encontraba frente al verdadero hijo de Afrodita.

Ahí. En ese instante. Su mundo quedó patas arriba.

Sólo un espectador más que no perdía detalle de sus acciones y gestos. La primera vez sólo le observó, detallando cada parte del chico. La segunda, se dio cuenta que le encantaban aquellos ojos con ciertos tonos rojizos, era algo torpe, pero siempre le provocaba sonreír. La tercera experimentó la desilusión junto con la tristeza, pues él chico le bailaba, coqueteaba y besaba a cuanta fémina tenía a su alrededor. No tendría ninguna oportunidad con él.

Año tras año se coló a innumerables fiestas de disfraces humanos para ver sólo una ínfima parte de tiempo al chico. Esperaba ansioso esa fecha del año. Por primera vez agradeció la existencia de los humanos, su evolución daba resultados agradables.

La octava fiesta, conoció el nerviosismo, sus manos sudaban y su mente no procesaba del todo a su alrededor. Él chico de nombre Naruto, que supo ante el grito de un lobo, le observaba con extrema seriedad. Intentó huir, pero algo le impedía ejecutar tal acción. Hasta que lo tuvo enfrente, a unos cuantos centímetros de distancia. Mirándole fijamente.

–¿Cuál es tu nombre criatura?

No sabía si ponerse a chillar de la emoción u ofenderse de la forma en la que lo catalogó, ¿quizá era una forma de coqueteo? No lo sabía. No comprendía cómo funcionaba la interacción entre dos seres cuando los sentimientos se encontraban involucrados. Indeciso y mordiéndose el labio inferior, contestó.

–Sasuke.

–Bonito, te queda más.

Arrugó el ceño, él no era bonito como su madre o varonil como su padre, nunca se sintió especial por nada y su apariencia no figuraba en su lista de cualidades.

DisfracesWhere stories live. Discover now