El mosaico de hojas verdes se mece tímidamente. Mientras tanto, el sol se escurre entre ellas, tratando de alcanzar con ansia el fondo del bosque cubierto se musgo húmedo. El aire es liviano, entra en los pulmones con una caricia y los deja con pesar.
Su silueta es tan natural como el canto de los pájaros. Los rizos dorados caen como volutas de humo sobre su cuello, mientras ella teje una trenza de cuerda de esparto. La seda de su vestido descansa en su piel, y ella se mueve como si no quisiera despertarla. Sonríe, y a ratos el fino hilo de una melodía escapa de su garganta. Está sentada sobre una piedra, descalza.
Las aquileguias pintan aquí y allá el suelo, y se mezclan con las begonias que acompañan con su perfume a la sinfonía del bosque. Las gotas de agua como joyas adornan las flores, las hojas, las briznas de hierba.
Nadie interrumpe la gran coreografía. Simplemente, con un permiso mudo, un petirrojo inunda con su canto el claro, un cervatillo olisquea el aire.
YOU ARE READING
La sinfonía del claro
FantasyCuando la música del bosque se sincroniza con el alma.