Capítulo 1

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 Llegó la primavera, y con ella se alzaron pendones y banderas en honor al trigésimo cumpleaños del Rey Wallace, soberano de Circe.

Durante la jornada, se veía una aglomeración de criados por el palacio que organizaban con urgencia los últimos preparativos para la Gran Cena. La servidumbre se había desvelado colocando cada adorno es su lugar, esfuerzo que pasaba inadvertido para los cortesanos, quienes, sin cuidado alguno, vertían vino sobre el mantel.

Katrianne aún no comprendía la situación. Desde su habitación observaba a su madre gritando ordenes apresuradamente como una histérica, a personas frenéticas que recorrían el salón de un lado a otro y a aristócratas que nunca antes había visto en su vida.

—Vienen desde la corte de Chrowena como invitados para esta ocasión —comentó Meredith, su aya*, mientras le cepillaba el cabello.

—No entiendo a qué va tanto alboroto. Mi cumpleaños no fue la gran cosa.

—Usted cumplió nueve años, que es casi nada. Pero cumplir treinta años es algo merecedor del festejo: Es la edad de mayor grandeza y esplendor en la vida —Meredith le sonrió con ternura—. Y es por eso que usted debe prepararse para participar del banquete. Venga, hora de enfundarse el vestido.

Katrianne hizo una mueca de fastidio y se dejó emperifollar por las criadas.

«¿Por qué tengo que usar un atuendo tan ridículo? ¡Parezco un pastelillo con este vestido!» pensó.

Y para rematar la incomodidad, Meredith le hizo un peinado alto. Katrianne los odiaba. Sus bucles cobrizos fueron empolvados dejando una película blanca encima, como si su pelo fuera una peluca gigante.

Se miró los pies.

«Al menos los zapatos sí son bonitos»

Meredith le hizo una reverencia llena de afecto.

—La fiesta ha comenzado, Princesa. Debe bajar al salón.

La mesa era larga y había mucha comida en ella. El Rey ocupaba la cabecera de la mesa y en los extremos se ubicaban su hija y su mujer.

A Katrianne le rugió el estómago al ver las trufas y los pastelillos, pero sabía que empezar a engullir* como una hambrienta antes del discurso de su padre sería un grave error.

Entonces, su padre comenzó agradeciendo la asistencia de embajadores y aristócratas, y luego soltó un discurso que a Katrianne se le hizo eterno. Finalmente bendijo los alimentos y dio inicio al banquete.

Katrianne optó por el pollo relleno de verduras, pero al coger un bocado con el tenedor, su madre le golpeó por debajo de la mesa.

—Ese no es —le susurró con irritación. ¿Cómo iba a saber que cubierto elegir si había media docena a su disposición?

Bajó la mirada, avergonzada.

Un señor de aspecto amable le sonrió.

—Veo que nuestra querida Princesa ha sacado la belleza de su madre.

La Reina Amelie se sonrojó, a pesar de que aquella era una mentira descomunal. Katrianne no se parecía en nada a su madre. Había heredado el cabello cobrizo y los ojos claros de su padre. La Reina, por su parte, tenía tanto el cabello como los ojos negros.

—Mi madre y yo somos muy diferentes. Sin embargo, es imposible negar su parecido con mi hermano David.

Katrianne sintió orgullo por su gracia al expresarse, pero al ver a su madre, palideció.

La mujer estaba hecha furia.

—¿Quién es David? —quiso saber el hombre.

—¡No es nadie! —chilló la Reina.

El Rey se unió a la conversación.

—¿Ocurre algo, querida?

Katrianne se le adelantó.

—¡Mamá está negando a mi hermano!

Se hizo un silencio en la mesa, seguido por murmuros.

—¿Quién es David? —preguntó alguien.

—Pensé que no había un heredero varón en la familia —comentó otro.

—¿Un Príncipe? ¡Imposible!

La Reina Amelie estaba roja. El Rey comenzó a dar ordenes apresuradamente.

—¡Meredith! ¡MEREDITH! ¡Llévala a su habitación! ¡AHORA!

La pobre aya corrió hacia Katrianne y la tomó del brazo.

—¡No hice nada malo! —se defendió la niña.

—Lo sé. No se preocupe. Sólo que ahora debe ir a su habitación y no salir. ¿Me ha entendido?

Katrianne estaba demasiado asustada para responder, por lo que asintió con la cabeza.

Y una vez sola dentro de su habitación, con una mezcla de confusión y miedo, intentó recordar qué había hecho mal durante la Gran Cena.

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Vocabulario.
*Aya: Persona que en una casa acomodada se encargaba del cuidado y educación de los niños.

*Engullir: Tragar algo precipitadamente, de golpe o sin moderación.
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⏰ Last updated: Oct 19, 2017 ⏰

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Papillon ToxiqueWhere stories live. Discover now