Sacudió la cabeza y se rascó el cuello cabelludo con frustración. ¿Qué demonios le pasaba? No era como si...

Como si lo que hubiera pasado aquella noche fuera verdaderamente significativo. Como si valiera la pena recordarlo. Ni que Charasuke se hubiera refrenado sexualmente después de aquella escapada a media noche al motel más cercano a la universidad.

En serio...

No era como si hubiera pensado en eso en meses. Ni tampoco era como si importara que tuviera todavía en los confines de su galería de imágenes aquella foto de un Menma dormido, su rostro suave sobre la almohada y la boca entreabierta que dejaba salir pequeños ronquidos.

No era como si lo hubiera grabado y viera ese corto video de quince segundos cada vez que se sentía sólo.

Agarró su celular de nuevo y trató por todos los medios de olvidar lo que el aparato contenía. Marcó el número con rapidez y se lo llevó a la oreja con un suspiro.

Su madre no demoró mucho en contestar.

_ Hola, cielo.

_ Buenas tardes, mamá. ¿Cómo te ha ido? – sonrió y cerró los ojos. Escuchar su voz le relajaba, y pudo recostarse en su acolchonada silla sin importarle que la persona del cubículo paralelo al suyo le lanzara una mirada curiosa.

_ Pues acabo de salir de la farmacia. Tu padre necesita más vitaminas del complejo B, y tenía que comprar otros medicamentos que el cardiólogo le recetó hace unos días.

Entreabrió los ojos y fijó la mirada en uno de los bolígrafos del escritorio. Lo tomó y comenzó a garabatear en un pequeño bloc de notas.

_ Sabes que si me lo hubieras pedido yo podría haber ido a buscarlas.

_ No te preocupes cielo. – Su madre emitió una corta risita. Charasuke pudo escuchar el ruido de los autos a su alrededor, y si realmente forzaba su oído, sabría que podría oír el taconeo de sus zapatos – No estoy tan vieja como para no salir nunca de casa.

_ ¡Yo no dije eso! – se apuró a rectificar, y cuando su madre volvió a reír, Charasuke sintió una chispita de alegría en su pecho – Mamá, tú eres tan hermosa como cuando tenía veinte años.

Eso le ganó un suspiro de ensoñación.

_ Tienes suerte de ser todo un caballero con las damas, Sasuke.

_ Eso debe significar que me educaste bien. – contestó con cierta coquetería al tiempo que se rascaba la mejilla con el extremo del bolígrafo, y su madre bufó a través del teléfono.

_ No tienes remedio, querido. Ah, debo colgar, voy a cruzar el semáforo. Nos vemos en casa, ¿sí?

_ Claro. – a pesar de que tenía su propio apartamento, a veces dormía en casa para pasar tiempo con su madre y su hermano. A su padre trataba de evitarlo la mayoría de las veces. – Cuídate, mamá.

_ Un beso, cielo.

Dejó el celular sobre la mesa y largó un suspiro. De repente estaba agotado. Al pie de su escritorio estaba el cesto donde había desechado los restos de su almuerzo, y ver la bolsa de plástico con el logo de aquel restaurante le retorció algo en el estómago.

Era desagradable, amargo, como un café quemado.

Y doloroso como un puñetazo, porque Menma había hecho como si no lo conociera, y esos ojos habían lucido demasiado distantes.

Como si no hubieran estado fijos en los suyos hace meses.

Cuando follaron por primera y última vez.

¿Qué desea pedir?Where stories live. Discover now