Segunda parte: Sueño inspirador, mundo desalentador

6 0 0
                                    


No podía moverse, era viejo. No podía verse pero sabía en el fondo la verdad, era viejo. Estaba en una habitación completamente blanca, la ventana mostraba un paisaje urbano. Fuera el clima era bastante agradable, dentro de aquella habitación también, pero no podía sentir el sol. 

Intentó una vez más moverse, era inútil o al menos eso pensaba. No pudo moverse lo suficiente como para levantarse pero si para hacer sonar los múltiples cables que estaban conectados a su cuerpo. Giró la cabeza para inspeccionar la sala y sus sospechas se cumplieron, estaba en una habitación de hospital.

Y entonces supo la razón de porque estaba en esa sala, era viejo e iba a morir. Las pulsaciones en el monitor disminuían poco a poco, como si más que controlarlas se tratase de una cuenta atrás.

No podía hablar, tenía la boca demasiado seca. Solo pudo girar la cabeza hacía la ventana y mirar impotente. Realmente iba a morir así, solo en una habitación de hospital mientras el mundo fuera se veía completamente vivo. 

-Está bien-. Pensó, después de todo ya llevaba un par de años en la realidad muerto. Aquella no era una forma de vivir, no desde que había comenzado con aquella estúpida serie, o quizás desde mucho antes.

No había tenido una infancia mala, pero tampoco feliz. Había recibido el maltrato suficiente del mundo, específicamente de la gente, como para evitar llegar a estar satisfecho con la vida que había vivido. Había tenido pocos amigos que le habían abandonado, nunca había tenido suerte en el amor y para colmo siempre que parecía destacar en los estudios encontraba a alguien que disfrutaba utilizándolo de saco de boxeo.

Si, estaba bien. Después de todo su único éxito en la vida había sido aquella estúpida rana y no era un merito del que estuviese satisfecho. Si tenía que morir en aquel hospital, entonces estaba de acuerdo. 

Una enfermera entró en la sala cargando una almohada y se acercó a Arc con una sonrisa inocente en el rostro. Era una de esas enfermeras que parecía sacada de una película porno y no de un hospital de verdad, pero daba igual, sería su último consuelo antes de morir. 

Las pulsaciones habían bajado de cincuenta, se acabó lo que se daba. Con un inocente tono de voz la enfermera le dio las buenas noches y colocó la almohada sobre la cara de Arc. Este no intentó moverse, después de todo estaba bien.

Mientras sentía como se asfixiaba, a pesar de no hacer nada para impedirlo, un pensamiento cruzó su mente. Una simple pregunta.

¿Por que había resistido tanto?

No lo entendía, si no soportaba su vida podía haberse suicidado. No tendría porque haber llegado a viejo, viviendo aquel infierno.

Un escenario apareció ante él, era el parque infantil que estaba al lado de su casa. En el tobogán del mismo lloraba un niño al que le habían destrozado la mochila. No tenía que hacer esfuerzo para saber quien era, nunca le había costado reconocerse con aquella cara de imbécil que llevaba siempre. Arc se dio la vuelta, no quería ver ese fragmento de su vida mientras moría, simplemente esperaría a que pasase a otra cosa. Fue entonces cuando se escuchó a si mismo.

-Él me vengará-. Dijo el joven Archival, abrazado a los restos de su mochila. El viento se llevaba las hojas sueltas y traía la risa de aquellos que habían vuelto para seguir metiéndose con el pequeño. Pero este ya no tenía miedo, había determinación en su mirada-¡Greenhack va a patearos el culo estúpidas zorras!

El viejo Arc recordó a Greenhack, no era si no un prototipo de super héroe que había inventado de crío. Siempre que lo pasaba mal escribía en un cuaderno como su salvador le habría rescatado de haber estado allí, era un consuelo estúpido. Sus padres se habían preocupado al verlo escribiendo tanto e incluso sus amigos, a quienes les había explicado quien era su héroe, les parecía una obsesión enfermiza.

GreenhackWhere stories live. Discover now