Hogar, dulce hogar

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Molly caminaba en silencio, aunque su cabeza burbujeaba con miles de preguntas sin respuesta. No entendía por qué su padre estaba haciendo aquello, por qué había traicionado a su gente por un poco más de comida. Precisamente él que siempre se había quejado del modo en el que los honestiores les trataban. Él que había pasado varios años de su juventud en una cárcel del Gobierno por manifestarse... ¿Qué había cambiado? Volvió a rememorar la conversación que había presenciado y pensó que había algo que no le cuadraba. ¿Por qué su padre había insistido tanto en su protección? ¿Acaso le estaban amenazando con hacerla daño si no colaboraba? ¿O era algo peor? ¿Y si el Gobierno sabía que ella formaba parte de la resistencia? ¿Y si todos sus planes no eran tan secretos como ellos pensaban?

—Jake —dijo parándose en seco en mitad de la calle.

—¿Qué pasa, Molly? —preguntó él asustado al ver a su amiga con el rostro descompuesto.

—Tenemos que hablar con mi padre —admitió y Jake sonrió—. Tengo un mal presentimiento...

—Está bien, Molly, me alegra que hayas entrado en razón. Vamos, iremos a tu casa y esperaremos a que venga tu padre. Así podrás preguntarle lo que quieras.

El edificio en el que vivían Molly y su padre no estaba lejos de allí, pero el camino se le hizo eterno a la muchacha. Al llegar lo primero que vio fue el fuego que los vecinos mantenían encendido constantemente en la sala común, es decir, en el hall del edificio. Allí era donde pasaban el rato, sobre todo cuando el frío era demasiado intenso, y por eso mantenían aquella fogata encendida. Los pisos superiores se habían convertido en habitaciones. Molly y su padre vivían solos en el cuarto piso desde que su madre y su hermana murieron durante una redada. De momento el Gobierno no les había asignado compañeros, pero tarde o temprano eso sucedería. Molly suspiró con tristeza mientras pasaban junto al jardín de la antigua comunidad de propietarios que ahora se había convertido en un triste cementerio en el que se acumulaban los cuerpos de aquellos vecinos que iban muriendo, ya fuera por enfermedades, por el hambre o por las redadas. Allí también descansaban los cuerpos de su madre, Maggie, y de su hermana, Hope, que solo tenía diez años.

—Molly —llamó Jake en voz baja—. ¿Ese tío es vecino vuestro?

Molly se paró junto a la valla del jardín y siguió la dirección de la mirada de Jake. Un hombre desaliñado se apoyaba descuidadamente en la entrada del edificio. Molly negó con la cabeza antes de fijarse mejor en el hombre y llegar a la conclusión de que no era vecino ni humilior, su rostro falto de arrugas y sin las ojeras que caracterizaban a los trabajadores de aquella zona le delataban.

—¿Un espía? —preguntó ella susurrando—. ¿Qué hace aquí?

—No lo sé, pero esto no me gusta —comentó Jake mirando nervioso a su alrededor para asegurarse de que no había nadie más—. ¿Qué hacemos?

—Ven, te voy a enseñar mi entrada secreta.

Se escabulleron aprovechando la oscuridad que envolvía la calle y atravesaron el jardín-cementerio con cuidado, evitando pisar las tumbas. Cuando llegaron al otro extremo, Molly señaló la entrada a un antiguo garaje.

—¿No habían bloqueado todos esos sitios?

—Sí, los bloquearon y yo desbloqueé este—admitió ella con una sonrisa espléndida—. Tenía curiosidad por saber qué había ahí dentro.

—Estás loca, Molly —comentó él sacudiendo la cabeza—. ¿Cuánto tardaste? ¿Y cómo has conseguido que no te descubran?

—Tardé dos noches —explicó ella mientras caminaba con seguridad hacia la rampa—, y no me han descubierto porque... bueno, mejor lo ves tú mismo. ¡Vamos!

Cuando llegaron junto a la gran puerta de acceso, Jake entendió lo que quería decir Molly. La gran puerta de metal estaba completamente oxidada debido al tiempo que había pasado sin cuidados y el precinto que los enviados del Gobierno renovaban aleatoriamente estaba intacto, como si nada ni nadie lo hubiese tocado nunca. Jake miró a Molly sin entender muy bien cómo iban a acceder por allí hasta que vio a Molly luchando para levantar la rejilla del desagüe.

—¿Esa es tu entrada?

—No te preocupes. —Le tranquilizó—. Desde fuera parece pequeña, pero realmente es bastante profunda y ancha si sabes por dónde meterte. Justo ahí hay un foso, supongo que para evitar que el garaje se inundase. Lo único que tuve que hacer fue agrandar el agujero que ponía en contacto este canal con el foso.

—Eres un genio.

—¿Acaso lo dudabas?—preguntó ella divertida—Venga, no podemos estar aquí todo el día.

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En las noches de invierno como aquella los vecinos abandonaban la soledad y frialdad de sus dormitorios para cambiarla por el concurrido y caldeado ambiente de los pasillos, donde se amontonaban las sábanas y mantas. Jake y Molly pasaron entre los bultos que ya dormitaban y saludaron con la cabeza a algunos vecinos que todavía se mantenían en pie. Subieron las escaleras que llevaban al cuarto piso donde Molly y su padre vivían, pero se detuvieron al llegar al primer recodo y oír las voces apagadas.

—¿Tobías todavía no ha visto a la chica?

—No. ¿Aquí tampoco está?

—Por aquí no ha pasado nadie y ya empiezo a cansarme de estar aquí plantado como un imbécil. Quiero irme a tomar un trago, tío.

—Bueno, pues hasta que la chica no aparezca ni lo pienses.

Molly miró a Jake y sin hacer ruido empezaron a retroceder para alejarse de las voces de aquellos hombres que, según parecía, montaban guardia para encontrarla.

—¡Molly!

La muchacha se giró con el corazón desbocado para encontrarse cara a cara con uno de los niños a los que cuidaba durante sus días libres. Quiso gritarle, pero las voces de sus vigilantes se oían cada vez más y el sonido de las botas sobre las baldosas desgastadas anunciaba que ellos también habían oído al muchacho.

—¡Vete de aquí, Juan!

Molly no pudo asegurarse de que el muchacho hiciera lo que había dicho. Simplemente empezó a bajar las escaleras a todo correr mientras evitaba las baldosas sueltas y los agujeros que poblaban el suelo.

—Sígueme —susurró Molly.

Molly abrió la puerta de acceso al hall del edificio y dejó que se cerrara con un portazo antes de seguir corriendo escaleras abajo hacia el garaje sellado. Jake la miró horrorizado, consciente de que allí abajo no tendrían salida y estarían atrapados, pero la muchacha le sonrió y se deslizó entre las sombras invitándole a guardar silencio.

—¡Corre, idiota! ¡Han salido al hall!

—Entonces ya es nuestra. Tobías se encargará.

El golpe de la puerta al cerrarse se llevó también las voces y Jake suspiró aliviado antes de salir de su escondite.

—Joder, Molly, ha estado cerca.

—¿Qué narices está pasando?

—No tengo ni idea, pero tenemos que salir de aquí antes de que vuelvan y descubran que seguimos aquí.

—Vamos al garaje. Allí podremos pararnos a pensar nuestro siguiente paso.

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⏰ Last updated: Aug 29, 2017 ⏰

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El agujeroWhere stories live. Discover now