_ Que cuando le pedí su número no me lo dio. – Colocó la taza sobre la mesa de aquella tranquila cafetería a la que solían ir en las mañanas, y se dejó caer contra el asiento con dramatismo – Sakura, no quiso darme su número. A mí, Charasuke. ¿Qué está pasando?

La pelirrosa rodó los ojos y mordió su sándwich.

_ No eres irresistible para todo el mundo.

_ ¡Lo hubieras visto anoche! Por poco lo hacemos en-

Recordó que estaba en un lugar público, y que la señora de sesenta años sentada detrás de él no apreciaría la divulgación de sus aventuras sexuales.

Habló bajito.

_ Por poco follamos ahí en el callejón. – Susurró apresuradamente, y acunó la taza en sus manos – No me preocupaba, incluso le dije "Tengo un condón y lubricante en el bolsillo", pero de golpe me dio la vuelta, dijo que no, me puso contra la pared, y se frotó contra mí mientras me masturbaba. ¿Te parece que eso lo haría alguien que no me ve irresistible?

Sakura colocó su pan encima del plato y se masajeó las sienes.

_ ¿Te parece que quería saber todos los detalles? – preguntó con forzada suavidad, pero Charasuke podía notar que habla entre dientes.

_ Ah, disculpa. Pero bueno, ya captas la idea.

_ Tal vez no quería llegar tan lejos, Chara. – dijo ella con un suspiro, y Charasuke agonizaba.

¿Qué quería que le dijera? "Oh, sí, tienes toda la razón, Sakura. Me dejé llevar, Sakura. Creí que era amor pero sólo fue el alcohol, Sakura." PFFF

Patrañas.

Ella no lo vio. Ella no vio cuando se lo comió con los ojos, y luego con sus manos en la pista de baile, y después con la embriagadora lengua que perpetró su boca una y otra vez.

_ Creo que lo que te pasa es que te ha herido un poco el orgullo. – Sakura sonrió – No te lo tomes muy en serio. Tal vez es un chico inseguro.

Eso podría ser. Eso definidamente le hace sentir mucho mejor.

Pero igual.

Le gustaría volver a verlo.

La noche siguiente es un laberinto de opciones y luces de neón que se dibujan en su vista periférica a gran velocidad, palabras que vuelan y risas que estallan en el espacio contaminado con el olor a sudor y a sexo.

Y como si estuviera viendo la misma película otra vez, el deja vù se trepó por su espalda y tuvo que darse la vuelta. Y ahí estaba, frente a él, y en cuanto lo vio se acercó con una sonrisa de bienvenida, como si le hubiera estado esperando.

Y bailaron, y se tocaron, y se comieron.

Pero Charasuke cambió de tácticas. Fue él quien le empujó al cubículo del baño y lo estampó con fuerza medida contra la pared, orgulloso de que en su estado de ebriedad pudiera pensar un plan tan elaborado.

_ ¿Me extrañaste?

No le dejó contestar.

_ ¿Viniste a buscarme?

Dejarle responder sería lo último que haría. Zafó sus pantalones y lo tomó en su mano y lo sacudió y lo sacudió, y lo apretó sólo un poquito, y se bebió cada uno de los jadeos con los labios presionados a la comisura de su boca. Le encajaba los dedos en los hombros, pero a Charasuke no le importaba, porque esta vez era él el agujero negro que se lo tragaría, podía sentirlo; los tambores pulsando con más rapidez a cada segundo, el ritualístico ritmo de sus caderas y su boca hambrienta que devoró los labios del extraño y los mordió; una pequeña jugarreta vengativa.

Y se sintió caerWhere stories live. Discover now