—¿Por qué nos miran así? —Henry preguntó en voz alta y su madre le hizo una señal para que se callara, con el dedo índice sobre los labios y los ojos muy abiertos.

—Buenas noches, ¿Son turistas? —preguntó una mujer que se había acercado a la mesa. Vestía un delantal blanco que la hacía lucir más redonda de lo que era y llevaba su cabello blanco atado en una trenza. Aria dedujo que era la mesera, al parecer, la única del lugar.

—Se podría decir que sí —respondió Clark sonriendo—. ¿Sabe de algún lugar en el que nos podamos hospedar?

—Todos los turistas se quedan en la casa Willmur —El tono de la mesera carecía de emoción y en ningún momento dejó de sonreír—. Deben hablar con Joseph Willmur. 

—Ah, ¿Y dónde encuentro a Joseph?

—Dos calles más abajo. Todos encuentran a Joseph Willmur.

—Pues gracias... —Clark entrecerró los ojos al prendedor que colgaba del delantal de la mujer—, Susy.

—¿Qué desean para cenar? El especial de la casa es estofado con puré de patatas.

—Me parece bien, ¿A ustedes? —Ginny y Henry asintieron con fiereza, muertos de hambre. Aria se sentía desconfiada del lugar, aunque terminó diciendo que sí—. Entonces, cuatro platos del especial.

—Y para beber podemos ofrecerles el jugo de naranja de Shadowtown. Lo exprimimos con nuestras propias manos.

—Yo quiero agua —se apresuró en decir Aria, y aunque Susy mantenía su sonrisa, las esquinas de su boca se tensaron un poco.

—¿Segura niña? Nuestro jugo es delicioso.

—Sí —respondió, y reprimió el impulso de decirle que no la llamara así.h

Susy se dio la vuelta y desapareció en la cocina. Las personas seguían observándolos mientras cuchilleaban por lo bajo. Aria se fijó en ellas detenidamente. Sus ojos... parecían vacíos, como si fueran artificiales. No había vida en ellos, al igual que los de Susy. Sus movimientos eran aletargados, y sus voces apagadas. Se preguntó cuántos años llevarían viviendo allí.

La mesera volvió con los platos en sus manos y los dejó sobre la mesa, cada uno frente al que le correspondía. Miró a Aria de soslayo, y a través de su sonrisa dura como la piedra Aria pudo ver una hilera de dientes amarillentos y afilados. Henry olfateó la comida como siempre hacía cuando iban a un lugar desconocido, cosa que avergonzaba mucho a su hermana. Hizo una mueca de disgusto con su nariz, pero tenía tanta hambre que hasta hubiera comido la suela de su zapato, por lo que agarró los cubiertos y empezó a devorar todo.

Aria, acostumbrada al pequeño animal que tenía de hermano, no le prestó atención a la comida que volaba a su lado y con su tenedor revolvió la de su propio plato. El puré de patatas se veía un poco extraño, parecía cualquier cosa menos puré. Y la carne... no era carne. Como pudo, comió de a bocados, pero dejó de comer cuando, asustada, creyó ver algo que se movía en su comida. El puré estaba burbujeando y la carne se revolvía sobre el plato. Sacudió la cabeza un segundo y cuando volvió a mirar, todo se encontraba normal.

—Hija, ¿Qué sucede?  —preguntó su padre con la boca llena al ver la cara de Aria.

—Eh, nada... Estoy muy cansada, ¿Podemos irnos ya? —Pensaba que el agotamiento era la causa de sus extrañas visiones. Primero la niebla, ahora la comida...

—Claro.

—¡Hey, aún no termino! —se quejó Henry.

—Henry, la comida está horrorosa, nos vamos. —dijo Ginny en un susurro a su hijo.

Clark pidió la cuenta a Susy, que lo miró con un poco de desdén al ver que el único plato que no estaba repleto de comida era el de Henry. Al acercarse a la mesa, escribió sobre un papel el monto de dinero. Al parecer esperaba una propina, que no recibió, y se alejó de la mesa un poco disgustada.

Así, los cuatro integrantes de la familia se levantaron, haciendo rechinar las enclenques sillas de madera sobre el duro piso de cerámica. En el lugar se había hecho el silencio absoluto, y aunque no los miraba, Aria sabía que todos estaban observándolos. Llegaron a la puerta y Clark saltó a un lado asustado al ver que Susy estaba allí, sonriendo, a un costado.

—Espero que hayan disfrutado de la comida, y que se queden mucho tiempo en Shadowtown.

—Oh, solo estamos de paso.

—Eso es lo que dicen todos.

Clark miró incómodo a su mujer, quien le devolvió una sonrisa incómoda a Susy y salió tras su marido, sujetando firmemente la mano de Henry. La última en dejar el lugar fue Aria, que no puedo evitar mirar a los ojos a la mujer. Ahogó un grito cuando salió por la puerta, porque podía jurar con su vida que en esos ojos claros y vacíos, vio a una niña llorando.

—Lo sabe —dijo Susy mirando por los ventanales a Aria mientras corría detrás de sus padres por la acera.

—Sí, es igual a ti —respondió uno de los que estaban sentados, comiendo, al levantarse e ir junto a ella.

—Es la elegida —dijeron todos los demás cuando se acercaron a las ventanas, mirando a la familia Darkwood.

—¿Qué haremos? —preguntó el mismo hombre.

—Fácil —La sonrisa de Susy se hizo aún más grande—, matarla.

Shadowtown ©Where stories live. Discover now