Prefacio

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 ― Suspicaz, irónica... Reservada, sobre todo reservada.

Nathalie puso los ojos en blanco mientras escuchaba todas las críticas que su mejor amigo podía hacer de ella.

Días como aquellos eran los que la hacían pensar que habría sido mejor no comenzar aquel curso de Arte, sino, haber entendido de antemano que su pasión era la fotografía.

― ¿Algún día te cansarás? ―preguntó fingiendo molestia.

― Tal vez nunca... ― suspiró.

Así era la mayor parte del tiempo. Enfocó el lente de la cámara en Gerard, el cabello oscuro revuelto y mal cortado daba la sensación de recién levantado, y el delineado de días que se obligaba a mantener resaltando sus ojos verdes, no mejoraban el panorama. Su tez pálida se veía casi traslucida ante aquella luz de la tarde, pero ver al ver que sus rosados labios sostenían el quinto cigarrillo de medía tarde, le daban ganas de maldecir. Tomó la fotografía y volvió a su lado.

― ¿Podrías intentar dejar de tirar el humo para mi lado? ― refunfuñó.

Gerard soltó una encantadora sonrisa y la miró a los ojos expulsando todo el humo en su rostro. Nathalie retrocedió y lo miró de mala manera, pero ya nada podía hacer con él.

― Supongo que no puedes...

― Supones bien ― contestó él de manera jocosa.

Pero no se molestaría, por lo que decidió dejar que él se instalara cómodamente a un costado mientras ella volvía a tomar fotografías.

Miró hacía el gran bosque que los rodeaba. No tendría que haber accedido, se sentía mortalmente incomoda, recuerdos pasados golpeaban su cabeza con fuerza impulsándola a rincones de su memoria que pretendía olvidar. Imágenes no muy agradables, de una vida plagada de fantasía, magia y muerte.

Acarició distraídamente su cuello, y maldijo por lo bajo. La paranoia surgió al no sentir el collar que su abuela le había regalado. Recordó que antes de salir, se había bañado, y siempre se lo quitaba para hacerlo. Gerard la había apurado para que salieran más temprano, por ende lo había dejado en el baño...

«Demonios...»

Giró en redondo, y vio una sombra pasar por detrás del bastidor que Gerard apoyaba sobre un destartalado caballete, intentó no prestarle atención, sabía que era exactamente eso, y la dejaba más tranquila al tiempo que la inquietaba.

― ¿Qué te parece Tigre? ― preguntó con suficiencia su mejor amigo mientras comenzaba a dar las primeras pinceladas de pintura.

― Bonito... ― murmuró mintiendo a medias, sabía que dentro de poco se arrepentiría de haber aceptado, pero mientras tanto volvió a tomar una fotografía del paisaje.

***

El aire oscilaba entre sucio y húmedo, demasiado pesado para su gusto. La luz del sol no llegaba a filtrarse por ningún sitio.

Oscuridad, bien podía ser su lugar preferido.

A penas si llegaba a escuchar a los árboles crujir por el viento, pero el ruido de la civilización, no lograba alcanzar a penetrar en sus oídos, vivía muy lejos de ella.

El olor a una futura lluvia se hacía cada vez más cercano. Pero mientras tanto, todo se mantenía en calma. Una calma disfrazada.

― ¿Vas a permanecer en ese mugriento sillón toda la maldita existencia?

La miró intentando no sonreír, había aprendido hacía siglos, que era al único ser que no intimidaba. Azael demostró una y mil veces tener demasiadas agallas, o quizás sólo fueran pocas neuronas.

Saga Ángel Oscuro I. La Sangre del Culpable.Where stories live. Discover now