-¡Y esto? ¿Esto? ¡Estáis todos aquí! -dijo el notario con severidad-. ¡Muy mal! ¡Muy inconveniente! ¡A vuestro amo no le gustaría nada!

-Tienen todos miedo -dijo Poole.

Nadie rompió el silencio para protestar. El llanto de lamentos de la camarera de repente se hizo más Fuerte.

-¡Cállate un momento! -le gritó Poole con un acento agresivo, que traicionaba la tensión de sus nervios.

Por otra parte todos, cuando la muchacha había levantado el tono de sus lamentos, habían mirado con sobresalto a la puerta del fondo, con una especie de amedrentada expectación.

-Y ahora -continuó el mayordomo dirigiéndose al mozo de cocina-, dame una vela, y vamos a ver si ponemos en orden esta situación.

Luego rogó a Utterson que le siguiera, y le abrió camino atravesando el jardín por atrás.

-Ahora , señor -dijo mientras llegaban al laboratorio-, venid detrás lo más despacio que podáis. Quiero que oigáis sin que os oigan. Y otra cosa, señor: si por casualidad os pidiese entrar allí con él, no lo hagáis.

El notario, ante esta insospechada conclusión tropezó tan violentamente que casi pierde el equilibrio; pero se superó y siguió en silencio al criado, por la sala anatómica, hasta la corta rampa que llevaba arriba. Aquí Poole le hizo señas de ponerse a un lado y escuchar, mientras él, posada la vela y recurriendo de forma visible a todo su valor, subió las escaleras y llamó, con mano algo insegura, a la puerta forrada con paño rojo.

-Señor, el señor Utterson solicita verlo- dijo. E hizo de nuevo enérgicamente señas al notario que escuchara.

Una voz, desde el interior, respondió lastimosamente:

-Decidle que no puedo ver a nadie.

-Gracias señor -dijo Poole con un tono que era casi de triunfo. Y cogiendo la vela, recondujo al notario por el patio y por la enorme cocina, en la que estaba apagado el fuego y las cucarachas correteaban por el suelo-.

Bien -preguntó mirando al notario a los ojos-, ¿era esa la voz de mi amo?

-Parecía muy cambiada -replicó Utterson con la cara pálida, pero devolviendo la mirada con fuerza.

-¿Cambiada, señor? ¡Más que cambiada!

¡No me habré pasado veinte años en casa de este hombre para no reconocer su voz! No, la verdad es que mi amo ya no está, lo han matado hace ocho días, cuando le hemos oído por última vez que gritaba e invocaba el nombre de Dios. ¡Y no sé quién está ahí dentro en su lugar, y por qué se queda ahí, pero es algo que grita venganza al cielo, señor Utterson!

-Oíd, Poole -dijo Utterson mordiéndose el índice-, esta historia vuestra es realmente muy extraña, diría de locura. Porque suponiendo..., o sea suponiendo, como suponéis vos, que el doctor Jekyll haya sido..., sí, que haya sido asesinado, ¿qué razón podría tener el asesino para quedarse aquí? No, es absurdo, es algo que no se tiene absolutamente en pie.

-Bueno, señor Utterson, no se puede decir que seáis fácil de convencer, pero lo conseguiré -dijo Poole-. Tenéis que saber que, durante toda la última semana el hombre... o lo que sea... que vive en esa habitación ha estado importunando día y noche para obtener una medicina que no conseguimos encontrarle. Sí, también él..., mi amo, quiero decir... también él algunas veces escribía sus órdenes en un trozo de papel, que tiraba después en la escalera. Pero de una semana para acá no tenemos nada más que esto: trozos de papel, y una puerta cerrada que se abría sólo a escondidas, cuando no había nadie que viese quién cogía la comida que dejábamos allí delante. Pues bien, señor, todos los días, incluso dos o tres veces al día, había nuevas órdenes y quejas que me mandaban a dar vueltas por todas las farmacias de la ciudad.

El Extraño Caso del Dr.Jekyll y Mr.HydeWhere stories live. Discover now