31. En la distancia

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— ¿Qué ha pasado, cariño? Llevas dos días desaparecido.

—La crisis del corazón roto —aseguró el diablo muy convencido— muchos demonios pasamos por eso.

— ¿Pasaste por esto por mi culpa, Stan? —La humana parecía consternada de oír aquello.

—Por supuesto que no, tú caíste a mis pies de inmediato, como debería ser, pero con Van Ghog lo pasé muy mal. Aun no me puedo creer que se cortara la oreja por mi culpa.

Mientras la pareja discutía, bromeaba y se pegaba codazos, Exael se apresuró a incorporar a un Lucifer que parecía inhanimado y le pegó un chute de adarenalina con una inyección que había estado guardando en su bolsillo. Por desgracia, tampoco eso pareció tener gran efecto.

Un chillido y un llanto los interrumpieron a todos. Solo entonces Lucifer pareció despertar. En el salón tumbada sobre un gran sofá, encarcelada entre cojines de los que intentaba escapar, lloraba la pequeña Lucy. Al verla, sus padres corrieron a socorrerla como si estuviera al borde de la muerte y no tan solo hambrienta. La niña abrió la boca y buscó con sus pequeñas manitas un pecho del que amamantarse. En cuanto lo encontró se prendió de él con gran energía y sus lloros pararon por unos instantes.

— ¡Date prisa!—le pidió Satán a su mujer mientras dejaba que su hija chupase de su pezón en busca de alimento. Podía obligarse a producir leche, incluso cambiar su cuerpo en el de una mujer, pero como Laura siempre decía: —Stan, eso es muy perturbador, ¡deja de hacerlo!

Laura se deshizó con un suspiro de su sujetador y cogió la niña en brazos, encantada con alimentarla, y un tanto digustada con las manchas de leche que ya tenía en su boca.

—En serio, cariño, tienes que dejar de hacer eso. Da mucho mal rollo.

— ¡Pero no puedo dejar a Lucy llorando hambrienta! —intentó justificarse el diablo.

—Pues haz aparecer un biberón, no te la enganches al pezón.

— ¿Qué está pasando aquí? —Preguntó Lucifer, por fin de regreso al mundo real.

—Por lo que puedo deducir por tu aspecto y tu ropa, llevas 46 horas y cinco minutos en la bañera. Esto es una intervención—le explicó Exael.

— ¡No es una intervención!—Se apresuró a corregirle Laura todavía balanceando a Lucy para que bebiera—. Somos familia, queremos saber si estás bien y como podemos ayudar.

— ¿Qué ha pasado Luzz?

El demonio se encogió un poco. ¿Qué no había pasado?

—Miguel, Uriel, Set, Alex... —enumeró y señaló con un gesto a su teléfono. Una parte de él quería volver a la bañera. La otra, miraba sus zapatos y su pantalón de traja y se odiaba a sí mismo por haberlos arruinado.

Satán fue a por el móvil, seguido de Exael y Laura, que forzó a su niña a eruptar antes de pasarsela a Lucifer. Durante varios minutos, el demonio contempló a su ahijada en confusión y dejó que ella jugara con sus dedos, escalara por su hombro y chupara su cabello. Pensó en la pequeña Alba y en que prometió que la próxima vez él sería la princesa. Sería divertido volver a ver a Alex disfrazarse. Todavía mejor sería verle deshacerse del disfraz. Quiso saber lo que Alex pensaría de Lucy. Alexa, sin duda, se reiría de la ocurrencia, pero estaba bastante seguro de que los dos gemelos estarían encantados de cuidar a la niña. De nuevo se cuestionó cómo todo había pasado tan deprisa. ¿Cómo se había enamorado de un hombre, un chico, al que conocía solo desde hacía apenas nueve meses? Su Padre tenía un extraño sentido del humor para crear el enamoramiento y hacerlo tan impredecible, ilógico y problemático. Lucy miró a Lucifer a los ojos por unos instantes, aplaudió y se puso a reír. El demonio tuvo que asegurarse de que la tenía bien sujeta.

Entonces, sus interventores volvieron a aparecer. Su hermano y líder cogió a la pequeña de sus brazos y el demonio los sintió vacios. Por primera vez en años, desde que vio por primera vez Buscando a Nemo, para ser más exactos, sintió como sus ojos se irritaban y humedecían. Una primera lágrima resbaló por su mejilla. Y así, abierto y vulnerable, susurró:

—No sé que hacer.

De inmediato, Laura corrió a sus brazos, aunque con su pequeña altura tuvo que alzarse de puntillas para rodearle el cuello.

—Ts, ts—hizo, como cuando tranquilizaba a su pequeña—, no te preocupes. Todo saldrá bien.

—Correcto—afirmó Satán— vamos a subir a la tierra. Quiero hacerles una visita a esos descendientes.

Exael sonrió complacido y añadió:

—Prepararé los formularios 349 y 4821 entonces, para este tipo de emergencias. ¿Llamo también a una niñera?

N/A: ¡Uy, se me olvidó publicar el capítulo! ¿Cómo van las vacaciones?

Ángeles, demonios y otros seres de pesadillas (reeditando)Where stories live. Discover now