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Del amor he escapado toda mi vida

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Del amor he escapado toda mi vida. El cristal de lágrimas que me ha cubierto desde siempre; no he podido desatarlo, no soy capaz de romperlo. Un lazo rojo me une a sus dedos intocables, mi señor, pero el rostro decaído de mi ángel baja las nubes del único cielo que me observa. Mi garganta quema ante su animada expresión, la cursilería que asfixia mis palabras escapa ciegamente al verlo, adicto a su belleza exterior, la interior está tan sellada como mis sentimientos austeros.

–Hoy aceptaré un pan dulce.

–Hoy le regalaré mi vida en un plato.–Escupo meloso, él sonríe.

–Soraru-san, tu vida ya está en mis manos.

Mi cabeza gira hacia sus extremidades confundida, una sonrisa se dibuja en sus inmanentes labios rosados. Un corazón de papel color azul, la discordia de un ornamento no logra molestarme. Pequeños colgantes adornan mi cafetería, él hace alusión a un supuesto sentimiento al tomar uno de ellos, pero yo sé que no hay nada de eso dentro de mí y mi horrible ser.

–Ha logrado robar mi corazón, Mafumafu-san.

–El latrocinio del que me culpas sólo es una excusa de tu sentir.

Mis mejillas esperan ansiosas a que la sangre corra dentro de ellas, la vergüenza de sus palabras vuelve a acorralarme. Un ser grácilmente inhumano regala sus versos a un pecador como yo, pido a algunos de los Dioses que quizás existan más arriba de mi cabeza que tengan piedad de una dulce alucinación como lo es este ángel. Mueve sus manos pequeñas con adoración al material brillante, como remedio agrio a sus acciones de niño, y con falsa voz monótona, yo dispongo a romper su quehacer:

–Mi corazón es inexistente, un ángel como usted no podría tocarlo sin desaparecer de este mundo.

–Tu corazón me pertenece, aún cuando es un simple papel usado. De este mundo desearía desaparecer si pudiese, pero los perros de la calle no escogen la muerte por mucha desgracia fraccionada que guarden en su existir.

Arranco de sus dedos el arreglo azulado, avergonzado a más no poder, aunque no lo quiera. Preocupado de que el tema se ha tornado deprimente de un segundo al otro. Su mirada rojiza recae al piso asustada. Sus piernas se levantan sin darme cuenta, y me quedo parado frente a la mesa número tres, junto a la ventana y un ramo de rosas rojas dentro de un florero marrón asquerosamente insípido.

–Tus palabras me asustan cuando entran a mis complejos, espero que tú, Soraru-san, puedas aprender pronto que el tacto duele aún sin ser tocado.

Dices, antes de desaparecer por la puerta. Mafumafu-san, usted es un adolescente idiota de vez en cuando. Tocando sin tocar realmente, dejando marcas en los demás sin ser tangible ante mis dedos y mi corazón.

 Tocando sin tocar realmente, dejando marcas en los demás sin ser tangible ante mis dedos y mi corazón

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My crystal boy | soramafuWhere stories live. Discover now