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Agachada, con la mirada perdida susurraba para si misma -todo habría sido tan diferente si nadie nos hubiera interrumpido- sonreía al escuchar la voz de AJ -no te lamentes más, ahora estamos juntos. Estoy aquí, contigo... y nadie nos va a separar de nuevo- escuchaba atenta sin perder de vista su mano al aire -¿hablas en serio? ¿tu sabes que todo lo hice por que te amo verdad?- se levantó de un brinco cual niña entusiasmada -¡claro que lo sé! Yo también te amo mi amor...- se abrazaba a si misma sintiéndose perdida entre los brazos de AJ, el amor de su vida... 

Cada tarde transcurre de la misma manera. Han pasado cuatro años desde aquel incidente. Pero por más terapias que ella recibe, nada cambia. -En este sanatorio se ha hecho lo que se ha podido, pero me doy cuenta de que nada cambiará; ¡jamás mejorará! –Dijo la doctora George dirigiéndose a Albert mientras observaba a Iyari hablando sola en su habitación. Albert era un prestigiado periodista interesado en conocer y publicar aquella trágica historia.

Albert se acercó a la puerta de la habitación -¿usted podría contarme la historia de Iyari?- la doctora George lo miró sobre el hombro -¿tiene tiempo? sería algo prolongado-  afirmó regresando la mirada hacia su paciente -¡por supuesto! ¡el que usted disponga!- respondió. La psiquiatra asintió y sin decir nada más abrió la puerta de la habitación -administraré el tratamiento y... después le invito una taza de café en mi oficina-  enseguida la doctora George llamó a dos enfermeros y los tres entraron a la habitación. Al verlos entrar, Iyari salió de su trance y se tornó agresiva. Mientras uno de los enfermeros le aflojaba la camisa de fuerza y la doctora George se preparaba para administrar el sedante Iyari lloraba y gritaba tanto que ensordecía a los que estaban ahí dentro. Gritaba cosas sin sentido y se rehusaba a ser inyectada. Entre los dos enfermeros apenas lograban sujetarla. Era evidente que el trastorno era irreversible mientras que Albert se limitaba a observar y escuchar detrás del cristal de la puerta -¡suéltame demonio! ¡no quiero alejarme de AJ otra vez!, ¡suéltame!.. ¡Alex! ¡no me dejes!- Iyari luchaba histérica para zafarse -¡sus pociones no funcionarán! ¡nuestro amor es más fuerte que ustedes!- gritaba al tiempo que manoteaba y sin éxito forcejeaba para liberarse -¡suéltame! ¡eres mala! tu veneno hace que Alex se vaya ¡suéltame!- suplicaba cuando sintió el filo de la aguja sobre su piel una vez que los enfermeros lograban sujetarla, administrando la droga en la vena del brazo. 

Poco a poco el medicamento hacia efecto, apagando la furia de Iyari, quien solamente comenzaba a susurrar bajo el influjo del medicamento -gracias por venir hoy también... Te... t...e... am...o...! –decía ella acariciando el rostro de uno de los enfermeros– después de tan acalorada lucha, cuando Iyari cayó en un profundo sueño la doctora George colocó la camisa de fuerza y abandonó la habitación. Albert caminó detrás de la doctora a través de un largo corredor. Un pasillo blanco, completamente iluminado y lleno de puertas por las que claramente se podían escuchar las voces y lamentos desesperados de los pacientes trastornados.

Al llegar a la oficina de la doctora George, ella lo invitó a sentarse -Naty, dos cafés por favor- la secretaria que permanecía en el umbral de la puerta asintió -¿el de usted, con azúcar?- cuestionó dirigiéndose a Albert -dos, por favor- respondió apenas mirando a la secretaria y devolviendo la mirada hacia la doctora -¿por que hizo eso?- ella lo miró intrigada -¿hacer que?- Albert suspiró -sedar a su paciente- Albert se llevó las manos a los bolsillos -porque era absolutamente necesario, estar despierta, para ella es un peligro, y no solo para ella, para nosotros también- afirmó y el periodista negó con la cabeza -aun no logro entender como fue que una mujer tan hermosa pudo haber llegado a tal estado- sin poder evitarlo George sonrió -a veces, la locura se esconde en quien menos imaginamos- en ese momento Naty llamó a la puerta, y luego de girar la manilla entró a la oficina llevando consigo dos tazas de café. Permanecieron callados mientras la secretaria colocaba las tazas sobre el escritorio. Cuando la puerta se cerró, ella comenzó a hablar de nuevo -el trastorno de Iayari comenzó en la infancia, aunque se manifestó hasta que ella ya era mayor- Albert interrumpió colocando una pequeña grabadora sobre el escritorio -creo que su ambiente influyó demasiado, es hija de padres divorciados, y al analizar el caso, en mi opinión, es esa, justo la raíz del problema- continuó. Albert dió un sorbo a su taza -pero tengo entendido que su locura surge de una simple afición- la doctora se levantó y tomó una carpeta del anaquel que estaba detrás de ella -se equivoca... no surgió así. Mas bien, esa fue la manera en que ella canalizó su frustración y dolor... digamos que se refugiaba en aquellos pensamientos para no hundirse en la depresión- Albert llevó nuevamente la mano hacia el bolsillo -¿eso es posible?- preguntó -cuando un individuo acumula sentimientos negativos, más aun, en un caso como el de Iyari, es posible que la mente busque una válvula de escape, y la de ella, fue aferrándose a su amor por Backstreet Boys- afirmó ella revisando una nota que provenía de la carpeta que había cogido minutos atrás -aun me resulta difícil comprender, pero también es sumamente interesante. Hasta cierto punto, morboso. Me interesa conocer cada detalle, cada hecho paso a paso. Y sé que no hay nadie mejor que usted para ilustrarme- dijo bebiendo un poco más del líquido caliente -entonces, no perdamos el tiempo, comencemos... de acuerdo al expediente, todo comenzó cuando Iyari tenía quince años-...

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⏰ Last updated: Jun 12, 2017 ⏰

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