Mírate al espejo y dime cómo te sientes,
dímelo a los ojos, conozco cuando me mientes.
Como esa luna efímera que en la noche se desvaneció
aquella princesa rota en su propio llanto se ahogó.
Siempre quise ayudarla pero ella no me dejó
me lo impedía su orgullo que me observaba con satisfacción.
La lluvia llegó en el invierno y ella perdida en su castillo se aislaba
mirándose en el espejo, sintiéndose aún más quebrada.
Los rayos de sol de su alma abandonaban su cuerpo mediante los mares de lágrimas,
ya que detrás de esa falsa sonrisa la tristeza allí se encontraba.
Lo que más le dolía a ella era mirar su reflejo,
ese que tanto odiaba y todos veían perfecto.
En las tinieblas se halló hasta que la salvaron
de caer en las garras de aquellas en la que muchos se quedaron.
Y hoy la miro a los ojos y reconozco su aura, es ella,
atrapada en un sueño difuso se encuentra la rota princesa.
No te dejaré caer en la pesadilla donde yo antes estuve,
pero repentinamente brotaron mis alas y ahora me encuentro en las nubes.
Huye del castillo custodiado por la obsesión de ese malestar
y vuela con tus propias alas, deja el pasado atrás.
El firmamento guiará tu camino y no te dejará retornar
porque después de la intensa tormenta ya no existe la oscuridad.
