—Dígale a esos señores, sus amos, que yo lo enseño por simpatía —le dijo Trompeta al esclavo que fue a saber en qué andaba Tomás.— Y que no admitiré paga de ninguna clase. Dígale también a esos nobles amos que les quedaré muy agradecido si guardan el secrete para que Tomás no sepa que saben en qué andaba y que anda.

—Sí, mi señor. Usté e muy bueno —dijo el negro investigador.

A los cinco meses de recibir las clases de Trompeta ya había aprendío a leer, escribir y números. La amistad agradecida de Tomás, y cariñosa de Trompeta, duró años, durante los cuales el maestro fue prestándole muchos libros de poetas españoles y otros, entre ellos uno titulado Bujote o Quijote ¡qué sé yo! y también la Biblia, un libro que dicen que habla del cielo y de la Tierra. Por lo que Tomás, chico, aprendió mucho y hablaba fino y bonito como la gente blanca.

—Maestro, ¿por qué usted dijo, hablaba y no dice habla?"

—¡Ah, mi amiguito, porque a Tomás lo mataron! Pero esa es una historia larga y triste y tú eres chiquito entovía para contártela. Cuando seas grande te enterarás y sabrás hasta dónde era malo el esclavista don Valeriano Larrea, el hombre más maldecido y odiado por todos los que lo conocieron. Ahora dime ¿te queda todavía algún abuelo?

—No, maestro, no señor; todos murieron.

—Entonces te quedan tus papás na .

—No, mi padre murió cuando la viruela.

—Pues ella, amiguito, si sabe algo es de oío y no de vista como yo que todo lo vi y lo sufrí.

Una mañana Liberio le preguntó:

—¿Qué pasa, Pepito?

—No pasa nada, maestro.

—¿Cómo que no pasa nada, amiguito? Cuando un niño como tú tiene la cara y los ojos como los tienes tú ahora, sí pasa algo. Una de estas tres cosas: le han prometido llevarlo de paseo, le han regalado un juguete o un animalito o está enamorado. Ahora dime ¿cuál de las tres cosas es?

—La última...

—¡Ajá! Y ella ¿cómo se llama?

—Yo no se lo he dicho a nadie, pero a usted, que es mi amigo, sí se lo diré. Ella se llama Franca.

—¡Ah! Ya, ya sé quién es, la niñita linda que vive allí —y estirando un brazo señaló la casa de doña Regla— Y tú, Pepito, me parece que la quieres mucho y ella ¿también te quiere?

—Los dos nos queremos mucho y nos hemos jurado que, cuando seamos grandes, nos casaremos para estar juntos toda la vida...

—Entonces, Pepito, cuidadito con lo que haces no sea que la niña que va a ser tu esposa se desprestigie. El hombre únicamente puede llegar a ser honrrao sí comienza a serlo desde pequeño.

—Usted tiene razón, maestro. Yo la cuido y me cuido de no hacer nada que dé lugar a los chismes y habladurías de la gente mala.

Durante muchos años estuvo Naranjito visitando la herrería de Liberio y escuchando atentamente lo que le decía el inteligente negro viejo ex-eslavo. Desde allí, parado ente la herrería nuestro amigo Pepito, ahora llamado Naranjito, daba amorosas miradas a la casa donde vivía su Franca querida, porque estaba nada más a cuadra y media de distancia de la Herradura, la herrería de su estimado amigo Liberio.

A veces Naranjito recordaba las palabras y consejos del maestro herrero: "No basta, Naranjito, con no hacer mal a naiden, sino que hay que hacer el bien cada vez que se pueda hacerlo ¡y siempre se puede...! Y no sólo a la gente y a los animales, sino también a los árboles y a cualquier matica. Si tienen hambre y sed y les echan un poco de agua, pues mira, chico, que lo agradecen, porque son seres vivos. Algunos hombres o mujeres riegan su jardín, pero no lo hacen pensando en el bien de que le hacen a esas matas porque entoavía no han despertao en concensia, sino para ver bonito el jardín y que la gente lo vea también. Esa gente, querido amigo Naranjito, olvidan que todo lo vivo que hay en nuestro planeta también es habitante de nuestro Mundo y que casi son como hermanos nuestros."

Naranjito y Franca | ✓حيث تعيش القصص. اكتشف الآن