—No... pue-do... res-pira-ar –dijo el niño, cada vez más asustado.

Helena dejó escapar un gemido de miedo. Su niño se iba a morir y ella había sido la única culpable de todo. Habría estado más seguro si se hubiese quedado en casa solo. ¿Por qué se había empeñado en llevarlo con ellos?, ¿en qué estaba pensando?

Las demás cosas transcurrieron entre sombras, figuras lentas que se movían delante de ella, brazos que la sostenían y la ayudaban a levantarse, luces azules y rojas por doquier; caras familiares que le hablaban pero ella no escuchaba nada. No escuchaba a nadie.

Subió a una ambulancia sin ser consciente de otra cosa más que de los ojos azules de su pequeño Darko, mirándola fijamente y preguntándole "¿Me voy a morir?".


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Cuando Zaid abrió los ojos supo que estaba en la vieja casa abandonada. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que había vuelto a su presente y entonces recordó a Gracia. La buscó rápidamente con la mirada y el alivio vino a él cuando la vio recostada sobre el sucio suelo, a sus espaldas, su inmaculada piel blanca ahora estaba de distintos colores que iban desde el verde hasta el negro y magullada e inflamada, alrededor de la boca estaba llena de sangre seca; lucía bastante mal, no parecía ella. Luego escuchó un disparo.

Volteó para ver de dónde había provenido ese ruido, y entonces vio que Francisco y otro sujeto estaban forcejeando. El desconocido traía un arma. No entendía nada ¿qué estaba pasando ahí? ¿Qué había pasado durante la ausencia de Zaid? Le entraron ansias de saber que aquél hombre y su amigo estaban luchando mientras había un arma de por medio.

De pronto y en menos tiempo de lo que pareció, escucharon un alarido: "¡Darko!".

Zaid conocía al hermanito de Sanja, era un adorable niño de cinco años con rizos dorados y sonrisa traviesa, siempre estaba jugando, siempre espiando a su hermana, haciéndose el detective. ¿Por qué habían gritado su nombre? ¿Estaba herido?

"¡Llamen a una ambulancia!", volvió a escucharse.

Ese grito corroboró las sospechas de Zaid. Darko estaba herido.

De pronto, muchos policías aparecieron en escena junto a la verja.

—¡Arriba las manos! —gritó un hombre. El chico no logró verlo porque las luces de las patrullas lo encandilaban.

—¡Ríndase o disparamos! —advirtieron.

El extraño levantó las manos al aire, Francisco se hizo a un lado.

—¡Arroje el arma al suelo! —Le ordenaron.

El hombre obedeció, mientras dos oficiales le apuntaban con sus armas y uno más estaba intentando cortar las cadenas de la verja con unas pinzas muy grandes.

Zaid miró nuevamente a Gracia. Estaba hecha polvo. A su lado permanecía Ana, quien comenzaba a despertarse frunciendo el ceño.

La verja se abrió, los oficiales entraron a la casa con las armas en alto y colocaron esposas en las muñecas de aquél extraño.

—¡No entienden! ¡No quería hacerles daño! Ellos... ellos no querían decirme qué sucedía, una cosa se los tragó... y... y luego...

—Tiene derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga puede ser utilizada en su contra —le citó el oficial.

Max guardó silencio mientras se lo llevaban arrastrando.

Unos paramédicos se acercaron a Zaid.

RETROSPIRAL © (Terminada) ( #PGP2021 )Where stories live. Discover now