Porque ella es más que su cazadora favorita

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Había perdido contra Diggory, aún le resultaba increíble, estaban ganando por cincuenta puntos cuando Harry se desplomó por culpa de los dementores, al término del partido se había cersiorado de que su jugador no estaba en estado crítico y, tras soltar un débil y triste "ganaron de forma limpia" huyó hacia las duchas. No se atrevía a mirar a su buscador, le daba miedo mirarlo con enojo, sabía que no toda la culpa era suya ya que Harry tenía un leve problema con los dementores, pero si no hacía algo al respecto tendría que reemplazarlo.

El pensarlo hizo que el estómago se encogiera de forma dolorosa, reemplazar a su pequeño buscador era cambiar a un miembro de su pequeña familia.

-¿Oliver? -preguntó una voz desde la entrada, sacándolo de sus pensamientos.

Él no respondió, no necesitaba voltear para saber que se trataba de su cazadora predilecta. Reconocería su voz en cualquier lugar.

-Oliver -repitió la chica-. No es culpa tuya.

Él se estremeció, claro que eso era su culpa. Debió de haber previsto algo así, pero no, estaba demasiado ocupado viendo a Bell como para pensar en ello.

-Vete -soltó, enfadado, con él, con ella, con su estúpido corazón por enamorarse en el tiempo equivocado-. Estoy bien.

Ella caminó hasta colocarse frente a él, no estaba intimidada por la brusquedad con la que la había tratado y eso lo impresionó.

-No estás bien, Wood -soltó Katie, por su voz y el que lo llamara por su apellido le hicieron saber que estaba enojada-. Te culpas por algo que era impredecible, ¿cómo ibas a saber que los dementores aparecerían en el partido? ¿Como ibas a saber que Harry caería?

-Un buen capitán debe de tomas las precauciones adecuadas contra cualquier... -empezó.

-¡Basta, Wood! -lo interrumpió la chica con enfado.

Oliver se calló y frunció el ceño, ¿por qué le hablaba de esa forma si sólo decía la verdad?

-Te estas comportando de una manera tonta e infantil. Sí, como un niño -añadió Katie al ver su mueca de enfado-. ¿Por qué haces esto? Deberías de ir a ver a Harry y decirle que no es su culpa, los dementores le afectan más por su pasado, ¿qué crees que escucha cuando están cerca? Ha crecido en una familia muggle que lo desprecia. Y de bebé vio a quien-tú-sabes. Deja de ser tan egoísta, no todo está perdido, somos un gran equipo y ganaremos la Copa -Katie se encaminó hacia la salida-. Vamos.

Oliver se levantó sin pensarlo mucho, estaba sumamente impresionado por el enfado de la chica, por lo general su carácter era dulce con él, probablemente estaba exagerando mucho por la derrota.

Suspiró y se le acercó lentamente hacia la puerta de los vestidores, donde lo esperaba.

-Estaré así por un buen rato -masculló sin brusquedad.

Ella asintió, escondiendo una sonrisa.

-Lo sé, pero no quiero que culpes a Harry o a ti. Si quieres, enójate con los dementores... o con la lluvia o con el sauce boxeador.

Oliver enarcó una ceja, sin entender nada.

-¿El sauce boxeador?

Katie tomó su mano, jalándolo para que fuera tras ella rumbo al castillo. Él sintió un cosquilleo ahí, donde su mano tocaba la suya.

-La escoba de Harry chocó contra él y... la hizo astillas.

Oliver se estremeció, si algo le llegara a pasar a su hermosa escoba... no sabría lo que sentiría.

-Te entiendo -soltó Katie, apretando su mano de forma tranquilizadora-. Pero es Harry tendrá una mejor escoba dentro de poco y ganaremos. La Copa este año se verá más hermosa porque tendrá nuestros nombres en ella.

Oliver sonrió enormemente y le devolvió el apretón. ¿Cómo podía culpar a su corazón por enamorarse de esa chica? Ella sabía cómo levantarle el ánimo, hacerlo sonreír, regañarlo para que se avergonzara de sus actos y, lo más importante, cómo hacer que el quidditch desapareciera de su mente por unos momentos.

-Katie, te quiero -murmuró casi inconscientemente. Durante unos segundos pensó que ella no lo había escuchado pues estaba demasiado ocupada hablando sobre el estado en el que se encontraba Harry.

-Yo también te quiero, Oliver -susurró ella suavemente un momento después.

Él se paró en seco, provocando que Katie también se detuviera.

-¿Qué? -jadeó, sorprendido.

Ella se giró para mirarlo, colorada.

-Te quiero, Oliver -musitó-. Y no me hagas decirlo de nuevo, que es demasiado vergonzoso.

Él abrió la boca, incrédulo.

-Pero... pero... ¡tú me ves como a un hermano mayor! -soltó, ignorando el dolor de pecho que sintió al pronunciar eso.

Katie abrió la boca, sorprendida y después se empezó a reír como una histérica, Oliver frunció el ceño, ¿sus palabras merecían ser tomadas como una broma?

-Lo siento -dijo ella después de que su ataque de risa desapareciera, sus manos aferraban su estómago con delicadeza mientras le dedicaba una mirada divertida e incrédula-. Es solo que yo no te veo como a un hermano mayor, a menos que sea normal tener fantasías indecorosas con éste -le dedicó una sonrisa avergonzada, sonrojándose más.

Oliver también sintió como los colores subían a su rostro pues debía de admitir que había llegado a tener unas fantasías interesantes con Katie como protagonista.

-¿Desde cuándo? -preguntó Oliver, acercándose a ella y acariciando torpemente su mejilla. Había tenido unas cuantas citas con chicas, pero todas ellas le habían aburrido después de unos minutos ya que solamente estaban interesadas en hablar de vestidos, maquillaje y celebridades, además de que sabía que también salían con él para presumir el que se habían besado con el capitán de Gryffindor. Pero la chica con la que hablaba en aquel momento era Katie Bell, su cazadora favorita, la chica que lograba distraerlo de una forma peculiar. Temía arruinar su relación con su declaración y perderla, no lo soportaría.

-No sé -ella se encogió de hombros-. Sólo sé que no puedo evitar lo que siento y tenía miedo de decírtelo, eres un despistado Oliver, ¿qué pasaba si no sentías lo mismo por mí? O peor, ¿qué pasaba si ni siquiera entendías lo que trataba de decirte? No eres famoso en el castillo por ser un Don Juan.

Oliver rió y se acercó más a su cazadora, sin apartar sus ojos de los de ella.

-Verdad -dijo, con una sonrisa avergonzada-. En parte fue por eso que no te dije nada y porque creí que yo era como un hermano mayor para ti.

-Y yo pensé que me veías como a tu hermanita -soltó ella, con una sonrisa pícara, acariciando su mejilla con vacilación-. Aunque Angie y Alicia me decían lo contrario.

-Somos unos cobardes -Oliver sentía su corazón palpitar con fuerza, la chica estaba cada vez más cerca, lo que provocaba que se pusiera nervioso.

-Somos unos cobardes -repitió ella, divertida-. No me importa que seas más grande que yo, Oliver, o que te marches este año, o que tengas una obsesión exagerada con el quidditch. Estoy enamorada de ti y que seas un adicto al quidditch, despistado y demás no disminuye mi cariño hacia ti.

Él rió, aliviado y la cargó por la cintura, hasta que sus ojos, en especial sus labios, quedaron a la misma altura.

-Te quiero, Bell -murmuró a escasos centímetros de su boca-. Eres tan importante para mí que haces que el quidditch desaparezca de mi mente.

Ella le dedicó una sonrisa brillante y lo calló con un beso suave, que lo dejó con ganas de más.

-Te quiero, Oliver -le susurró con alegría.

Y esas palabras lo elevaron más que cualquier escoba y el beso que vino después sólo podría compararse con el que ganaran la copa de quidditch. Porque Katie Bell era más que su cazadora favorita. Era la chica perfecta para él. Y eso lo hacía increíblemente feliz.

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