14. Mamá tenía razón.

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—Te diré cuál es el plan, cariño —él me pone un brazo sobre los hombros y me acerca a él, tomando mi barbilla entre sus dedos—. Olvidemos a Sienna y al crío ¿De acuerdo? Vamos a olvidarnos de que alguna vez existieron, también Miles, la universidad, tu padre ¡Todo el mundo! —sacude mi cabeza por donde la tiene sujeta y me sonríe—. Vámonos, seamos felices tú y yo en otra parte, donde nadie nos conozca, hagamos una nueva vida, vamos a casarnos ¿No quieres? ¿No suena romántico? Serás muy feliz y todo el mundo te conocerá como mi pareja... ¿No es lo que siempre quisiste?

Quise... sí, siempre lo quise. Mi yo de quince años hubiese estado en las nubes de solo escuchar aquello. El niño violado y lastimado hubiese dado su vida por escuchar aquellas palabras en vez del destructivo "todo esto fue tu culpa, no hay otro culpable sino tú, tú dejaste que te pusiera las manos encima, me das asco" que cambió para siempre su vida.

—¿No suena grandioso, Asher? —mantengo mi cabeza baja y él mirarme a los ojos.

Yo no puedo mostrarle mis ojos, porque lo sabrá... y me matará.

—¿No quieres? —sus dientes empiezan a rechinar y sus manos empiezan a apretar alrededor de mi brazos de nuevo—. ¿No quieres irte conmigo, Asher, no quieres eso? ¿¡No lo quieres!?

—¡Sí lo quiero! —asiento frenéticamente—. Sí, sí lo quiero, siempre lo he querido —contra todo sentimiento a través del que estoy pasando, me pongo de puntillas y le echo los brazos al cuello—. Sí, Caleb, te amo, por favor, llévame contigo, seamos felices juntos.

Mi voz se quiebra, ni yo mismo me lo creo, pero... es la única manera.

Me va a matar si lo sabe.

—Ese es mi Asher —Caleb me abraza de vuelta con un cariño que le hizo falta estos últimos quince años—. Ah, cariño... te extrañé tanto ¿Dónde habías estado?

—Aquí... —susurro—. Esperando que vinieras por mí.

—Ya estoy aquí.

Caleb empieza a besarme, deja besos sobre mi rostro y mis hombros y evito con mucho cuidado que me bese en la boca. Sostengo sus hombros entonces y trato de mirarlo con seriedad.

—¿A dónde iremos? ¿Debería empacar ya? —interrogo con una media sonrisa.

—Sí, ve a empacar, cariño, te ayudaré.

—De acuerdo.

Él me arrastra prácticamente hacia la habitación y saca de mi armario dos maletas y empieza a como loco del armario. Habla de algo que no escucho, solo soy capaz de darle respuestas cortas y carentes de emociones mientras arreglo la ropa que él va poniendo en la cama. Recuerdo que mi celular aun se encuentra en mi bolsillo trasero, así que me las arreglo para ir al baño por un momento. Le digo que empacaré mis productos para el cabello mientras él va a buscar mis abrigos en el armario de la entrada. Yo entro en el baño, cierro la puerta con llave y saco mi celular para marcar al novecientos once.

Sin embargo, cuando Caleb escucha el sonido del seguro, corre hacia la puerta y empieza a golpearla. Mis manos tiemblan, mi voz se quiebra pero logro explicarle la situación a la operadora. Aun así, no llego a darle la dirección, porque Caleb tira la puerta abajo en un segundo y lo primero que hace es tomar mi celular y estrellarlo contra el suelo, rompiéndolo por completo.

Así que me toca improvisar, como caigo dentro de la bañera, le tiro la corta en la cara y mientras pelea con ella, salgo por el otro lado saltando encima de él y corre como alma que lleva el diablo hacia la puerta de salida. Abro la puerta, corro por el pasillo gritando ayuda pero ¡No hay ni un alma en el maldito edificio! Y cuando estoy a punto de llegar a las escaleras, Caleb me atrapa de nuevo y me pone contra la pared, sosteniendo mi cuello entre sus manos.

Gato callejero |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora