11. La felicidad y Asher Bullock

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—¿Qué intentas hacer? —mascullo apretando sus pectorales con mis manos—. Duele... —me quejo cuando él presiona un dedo en la entrada, mi cuerpo cosquillea y mis pezones se erizan.

—Lo siento —me dice, dejando un beso sobre mi frente—. Quería comprobar.

—Me duelen las caderas... —resoplo pero me coloco sobre mi espalda—. Tal vez si lo haces con cuidado, Miles.

—No quiero lastimarte...

—Ven.

Cuando decidí cederle mi cuerpo a Miles pensé que por ser un principiante no sabría como satisfacerme, pero fue todo lo contrario. Las dimensiones a las que Miles me llevó anoche no eran conocidas por nadie más que yo. Y no se sentía como nada que hubiese probado antes... no se sentía como un hueco vacío a tu lado en la cama, como la luz encendida a media noche cuando tienes sueño, como un café frío sin terminar, un rasguño en la piel de tu dedo y la uña, un día de lluvia que cuando escampa se vuelve un día caluroso, no se sentía como no poder ver las estrellas en la ciudad o comer un sándwich con cortezas gruesas. No se sentía como sexo normal.

Hacer el amor con Miles se sentía como lo más maravilloso, como cuando comes el pastel más delicioso de tu vida, como acostarte sobre el pasto en el campo y sentir la brisa de la noche, como mirar el largo camino que queda por recorrer en el parabrisas de un auto y la lista de canciones para tu concierto privado, como mirar los fuegos artificiales desde lejos, como conocer una nueva cultura y nuevas personas, como el café caliente en la mañana de invierno y un té frío en verano... todo en un solo día. Millones de sensaciones agradables y simples atadas en mi interior siendo liberadas por los besos y las caricias de Miles.

He tenido sexo muchas veces y nunca, ni una sola vez, vi la vía láctea en el techo de mi habitación mientras me aferraba a la espalda de un sueño hecho realidad.

Jamás fui tan feliz.

Y cierto es que tengo miedo de la felicidad, porque dura poco, porque ser feliz me ha quitado más cosas buenas de las que me ha dado pero no puedo tener miedo de Miles y no voy a alejarme de él. Estoy dispuesto a mostrarle a Miles lo mejor de mí... y si no hay cosas suficientemente buenas en mí las construiré en base a nuevos recuerdos y le daré todo lo que soy, pero esta vez, me aseguraré de guardar una copia para mí. Porque si de algo estoy seguro es de que amo a la persona que soy en este momento y me siento orgulloso de mi mismo por haberle dado una oportunidad.

Miles entrelaza sus dedos con los míos y besa mi hombro hasta subir sus labios por mi cuello mientras que con su mano libre alza una de mis piernas con cuidado y ese dolor punzante en mi cadera me recuerda en donde ha estado anoche. Muerdo mi labio, pero Miles suelta mi mano y mueve su pulgar sobre mi mejilla, deslizándolo hasta mi labio, haciendo que mis dientes lo suelten para que él pueda disponer de mi boca entera. Acerca sus labios a los míos pero en vez de besarme, atrapa mi labio con sus dientes mientras pone dentro de mí su miembro de nuevo.

No hemos usado protección, por lo que toda su carga está dentro de mí pero eso será un tema para tratar luego con la ducha.

Enredo mis brazos alrededor de su cuello y completo el rompecabezas que somos. Mis uñas se clavan en su espalda pero no quiero lastimarlo, así que levanto los brazos y él toma la indirecta, como si adivinara mis movimientos, mueve su gran mano sobre mi cabeza y atrapa mis brazos sobre esta, impidiendo que me mueva. Devora mi cuello, mis pezones y mi boca, su mueve suavemente dentro de mí, tratando de controlarse y esto lo sé porque aprieta su mandíbula y deja salir gruñidos desde el fondo de su garganta.

—Soy tuyo... —una de mis manos se escurre debajo de su agarre y presiona el cabello de su nuca—. Tuyo —repito en su oído—. Úsame como quieras.

Gato callejero |BL|Where stories live. Discover now