—. Astrid no—. Escucho decir a su madre, pero ya era tarde, ya no sentía ese brillo que traspasaba sus pupilas, tampoco escuchaba a su madre, pero sentía algo mil veces peor que eso,

Sus huesos quebrarse, su corazón latir con velocidad y sus articulaciones entumecerse. Grito, otro grito desgarrador que le dejo doliendo la garganta, se retorció y sus muñecas ardieron de nuevo.

—. Eso Astrid, lo haces bien—. Le dijo Hipo.

Pero Astrid no entendía por qué, se estaba muriendo. Su boca se abrió abruptamente, sin siquiera pensarlo. Se encontraba bebiendo algo asqueroso que innegablemente la hacía sentir mejor.

—. Astrid, a la cuenta de tres abrirás los ojos—. Escucho decir a Hipo—. Uno—. Susurro despacio—. Dos—. Escucho nuevamente cuando había comenzado a sentirse mejor—. Tres—. Sintió todo el aire llenar sus pulmones, sentándose abruptamente sobre la roca en la que estaba recostada, su vestido estaba hecho jirones y tenía moretones que curaban rápidamente, pego sus manos a su pecho sintiéndolos pegajosos, miró encontrando sangre, grito—. Tranquila, era parte del ritual—. Le dijo Hipo tomando sus manos—. Lo hiciste bien—. Susurro besando sus manos, Astrid lo abrazo, llorando en su hombro.

—. Escuche a mi madre, ¿era ella? Me susurraban cosas horribles—. Le dijo.

—. Sí, estabas muriendo y esas voces son almas, de personas, tanto hombres como mujeres que murieron al intentar hacer lo que tú hiciste—. Le dijo Hipo tranquilamente, Astrid se soltó de él.

—. ¿Podía morir y aún así tú decidiste hacerme eso?—. Le pregunto enojada.

—. Morirías en el parto si no lo hacía, tenía que intentarlo, solo los más fuertes sobreviven y tú lo eres, jamás dude de eso, por eso te he elegido a ti—. Astrid miró perpleja a Hipo, la seriedad con la que hablaba le aterraba—. Estás confundida, lo sé.

—. Cuando estaba muriendo dijiste que nuestro bebé no iría al Fölkvangar, ¿qué quisiste decir con eso? ¿No se suponía que todos los bebés iban? ¿Que la diosa Feyja los mantenía en su acojo preparándolos para la batalla?—. Le pregunto agobiada.

—. Sí, pero no este, tu eres una guerrera, haz dedicado tu vida a eso, eres una guerrera digna del Valhalla, innegable. Pero nuestro bebé no y a diferencia de otros este es hijo de quién se supone ayudará a Loki a derrocar a Odin, no será entrenado como los otros, sería enviado al Helheim donde acabaría en Nastrand o en quién sabe dónde—. Astrid había evitado cruzar miradas con Hipo, todo lo que le decía la atormentada, sin duda—. Tengo que prepararte para la guerra

—. ¿Pelearemos contra Berk?—. Le pregunto Astrid, no sabía por qué, desde que había huido con Hipo sabía que algo como eso ocurriría. Algo de lo cual no se había sentido orgullosa al inicio, ¿pelear con su tribu? Era traicionar sus raíces, pero en ese momento, toda la culpa parecía haber desaparecido, se había detenido a mirar un punto en la nada, tratando de controlar su pelea interna, ¿estaba bien traicionar a su gente? Hipo la amaba, ¿estaba bien traicionarlo a él? Iban a tener un bebé, le había salvado la vida y había compartido todo con ella.

—. Sí, y al parecer, más pronto de lo que creía—. Le dijo posando una mano en su rodilla, pero Astrid lo detuvo.

—. Puedo caminar sola—. Le dijo con arrogancia poniéndose de pie—. He estado más tiempo a tú merced del que me gustaría—. Hipo sonrío, esa era la Astrid que quería, esa era sin duda su Astrid.

—. Y ¿piensas caminar desnuda por toda la isla?—. Le pregunto Hipo señalando su arañado vestido.

—. ¿Por qué no? Solo estamos tú y yo—. Le dijo Astrid recostada en la roca en la que horas antes había estado inconsciente—. ¿O es que acaso te es imposible dejar de mirarme?—. Le pregunto con lascivia tocando su cabello.

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