«¿Cómo está Francisco?», indagó Dalia.

—Bien, él... y Sanja fueron a traer a Zaid de vuelta —le dijo la verdad. No veía el caso de continuar dejando a su madre al margen ahora que ya sabía toda la verdad.

«¡¿Qué?! ¡Ay, Dios mío, se volvió loco también! ¿Y si no resulta? ¿Por qué se arriesgan de esa manera?», comenzó a decir preocupada.

Patricia sabía que Francisco era como un hijo adoptivo para sus padres, ambos lo amaban como si fuera suyo, lo alimentaban cuando iba a casa, le regalaban cosas en su cumpleaños y las fechas importantes, pasaba navidad en casa, le hablaban por teléfono para ver cómo estaba, le enviaban comida en ocasiones... en fin, era como un hijo que vivía en otro lugar.

—Mamá, cálmate. Alguien tenía que ir por tu hijo. ¿Acaso no quieres que Zaid regrese, o qué?

«Claro que quiero, ni siquiera lo dudes...», repuso ofendida.

—Entonces cálmate y pídele a Dios que regresen sanos y salvos. Es todo lo que podemos hacer. Yo al principio tampoco quería que se fueran, pero Zaid me hizo ver que necesitaba regresar siendo joven y no un anciano amargado como el que volvió ayer.

«Patricia, no hables así de tu hermano», la sancionó su madre.

—Sabes que digo la verdad. ¿Te gustaría haberte perdido toda la juventud de Zaid y encima verlo lloriqueando porque no está su novia con él?

Su madre no respondió. Se escuchó a cambio un sollozo.

—Má, no llores... tengo fe en que todo saldrá bien, ya verás.

«Dios te oiga, hija, Dios te oiga».

—Má... te veo en la casa, no voy a tardar mucho, ¿sí?

«Vente con cuidado, Patito», dijo tronándole un beso a través de la bocina.

—Sí, mamá —le regresó el beso y luego colgó.

Se levantó de su improvisado asiento en las gradas de la entrada y se sacudió el trasero para no llevar polvo y mugre a su coche.

Revisó que no se le olvidara nada y cuando vio que traía todo el equipo de Sanja, recordó que debía tomar fotos al aire para abrir el portal, por si acaso.

Preparó la cámara y lanzó flashazos, se cercioró de hacer diez fotos. No sabía si entre más luces hubiera más tiempo duraba el portal abierto, así que tomó algunas fotos extras. Se disponía a guardar la cámara cuando una voz masculina detrás de ella la sobresaltó.

—¿Pato?

Ella pegó un brinco al escuchar su nombre y se dio la vuelta con la cámara en la mano.

—Ah... hola —dijo sonriendo muy pálida.

Quien había hablado había sido Gustavo, lo acompañaba Jorge.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jorge con una extraña sonrisa.

—Ah... yo, hmm... —levantó la cámara para que la vieran— sólo tomaba fotos.

—Eso vimos —replicó Gustavo—, ¿para qué?

Patricia parpadeó con sus largas pestañas. Aun traía el rímel corrido por las lágrimas derramadas anteriormente y no se había dado cuenta.

—Un proyecto... escolar —fue lo primero que se le ocurrió.

—Sí, claro —repuso incrédulo Jorge. Sus ojos verdosos brillaron con la luz anaranjada de la luz pública—. ¿Esa no es la cámara de Sanja?

RETROSPIRAL © (Terminada) ( #PGP2021 )Where stories live. Discover now